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¿Quién puede al tigre feroz?

La víspera del Open de Estados Unidos de golf sólo se habla de Tiger Woods

Carlos Arribas

Pálidos, dicen, andan todos los golfistas menos uno estos días por el Congressional Country Club de Maryland. Sudores fríos les corren por la espalda sólo ante la perspectiva de ver a Eldrick Tiger Woods en el tee del uno del Open de Estados Unidos, el segundo torneo del Grand Slam de golf que comienza a disputarse hoy a 24 kilómetros de la Casa Blanca. Y el temor a que gane es tal que Colin Montgomerie, el jugador europeo que mejor se desenvuelve en el gran torneo más antiguo de Estados Unidos, ha declarado: "Si Tiger puede con este campo y gana aquí deberemos buscarnos la vida en otra cosa, porque si después de ganar el Masters se impone aquí todos los demás tendremos un problema".Pero estos temores son cuestiones secundarias. Al público, a los mitómanos, no le preocupa el porvenir de los actores que sólo sirven de telón de fondo para el lucimiento del protagonista. Todos desean que, por fin, el golf sea el deporte en que conseguir el Grand Slam, -vencer en los cuatro grandes (Masters, Open de EE UU, Open Británico y Campeonato de la PGA) un mismo año- deje de ser una tarea imposible. Todos, además, han elegido a Tiger Woods como la única persona que puede llevar a cabo la hazaña. Pronto se han olvidado de los superlativos dedicados a Gene Sarazen, Walter Hogan, Jack Nicklaus y Gary Player, los únicos que han ganado los cuatro grandes aunque no en el mismo año. Si se le pregunta a cualquier jugador del circuito sobre la posibilidad de ganar el Grand Slam sólo se obtiene una respuesta: "Hablemos de cosas serias". Hasta Greg Norman, el hombre que simbolizaba los límites del golf -riqueza, popularidad y demás- hasta la irrupción del Tigre, hablaba de utopía".

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Pero el Tigre acepta el peso del deseo. "Sí, ¿por qué no?", dice. "Creo que es posible. Es un objetivo realista. Si Phil Mickelson, por ejemplo, ganó ' cuatro torneos el año pasado, ¿por qué no pudieron haber sido los cuatro grandes?". Porque no lo fueron, se le puede responder al hombre sin miedo. ¿Cómo puede tener miedo el hombre que batió todos los récords para ganar el Masters? ¿El chaval de 21 años que es el primer deportista que ha logrado que Nike le diseñe un logotipo especial para su línea de productos, dejando fuera de campo su célebre swosh? ¿Cómo puede temer a la historia el hombre que cree que la está escribiendo con cada uno de sus hechos?

Entonces, ¿quién puede al tigre feroz?

El Congressional, pese a ser el campo más largo que nunca ha acogido el Open, puede ser la gran trampa del Tigre. Es un par 70 (es, decir, sólo tiene dos hoyos par 5), lo que, en teoría -cálculos basados en el. hecho de que Tiger convirtió todos los pares 5 de Augusta en pares 4- le roba ocho golpes de ventaja sobre sus rivales.

"Oh, ¿es tan largo?", dijo Kultida, madre de Tiger. "Entonces está hecho a la medida de la larga pegada de mi hijo". Sí, Tiger la pega más larga que nadie, pero no es un dechado de precisión. En las anchísimas calles sin rough de Augusta eso no era un problema, pero en los callejones del Congressional -como rúas de Santiago flanqueadas por un apestoso rcugh, hierba enmarañada de no menos de 13 centímetros de alta, que atrapa la bola y la esconde-, quien se devíe un poco está perdido. Ya se sabe que los bunkers no son un problema para el Tigre -en Augusta eran una trampa anacrónica, colocada a una distancia del tee de la que se reía Woods hasta saliendo con un hierro 1-, pero en el campo fundado por los cogresistas de Washington, y en el que han jugado los presidentes de la nación, hay nada menos que 100 bunkers para desafiar su pegada, y cuatro lagos protegiendo greens para tentar su arrojo.

Los expertos que le publicitan, sin embargo, hablan de eso como de problemas menores. Mientras los humanos tendrán que fiarse de su driver -el instrumento más sensible y más difícil de controlar- en casi todos los hoyos, Tiger usará el hierro 1 (el mejor amigo del golfista) por lo menos en seis. Alcanzará la misma distancia, por lo menos, con menores problemas de precisión. O eso dicen.

Tiger prefiere hablar de otro tipo de fuerza para superar las trampas del Congressional. La fuerza mental. "Todo el mundo dice '¡oh!' y '¡ah!' admirando lo lejos que mando la bola, o los chips o los largos putts que emboco", explica el jugador. "Pero pocos se paran a pensar en lo que hay detrás, en lo que me permite dar esos golpes, o sea, en mi fuerza mental". Su mente es un acorazado de acero, que vienen a decir sus exégetas. "Soy el único que piensa mientras juega al golf', proclama él.

"Tiger sabe que no saldrá indemne de este campo", explica su agente. "Sabe que hará más de un bogey y de un doble bogey. Pero sabe que también a los demás les pasará eso. La diferencia es que a él no le descentrará". Y cuando se le dice al agente que en su último torneo, el Memorial, Woods las pasó canutas para pasar el corte, éste pone una cara que viene a decir algo así como: "También a Arzak se le ha pegado algún filete, ¿no?".

"Hacer historia" es la frase de moda. Por primera vez en la historia el Open terminará en un hoyo par 3. Por primera vez en la historia, dicen los ávidos, Tiger lo ganará, y lo ganará con un hoyo en uno. ¿Quién puede evitarlo? Y si vamos a eso, ¿quién quiere evitarlo?

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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