Japón envejece
Dentro de 50 años el Estado nipón tendrá que hacer juegos malabares ante la proporción de tan sólo un trabajador por anciano o niño.
Cuando los sociólogos piensan el futuro de Japón, sólo ven dos alternativas: un terremoto social que cambie su estilo de vida, o un país cansino poblado de ancianos sin una fuerza laboral capaz de garantizarles una vejez digna. Con la tasa de longevidad más alta del mundo y uno de los niveles de natalidad más bajos, Japón se enfrenta a la ardua tarea de replantear su sistema social, fiscal y laboral para asegurar su superviencia.Las cifras que recoge el estudio, de 1997 del Instituto Nacional de Investiación de Población Seguridad Social han desatado la voz de alarma en el Gobierno japonés, que durante décadas ha entrado su actividad en promover el espectacular crecimiento económico nacional, guardando en el archivo cualquier tipo de cuestión social. Pero la crisis económica y el imparable envejecimiento de la población han llevado al Ejecutivo a diseñar un plan que redefinirá la vida pública y empresarial de Japón en la próxima década.
Dentro de 25 años Japón será el país con más ancianos del mundo. La pirámide demográfica se invertirá este mismo año, lo que significa que habrá más ancianos que niños y adolescentes menores de 14 años. Este ritmo vertiginoso conseguirá que dentro de cinco décadas uno de cada tres japoneses tenga más de 65 años, mientras que la media de edad será de 50 años. La raíz de este proceso demográfico no está sólo en la caída del nivel de natalidad, sino también en la tasa de longevidad, la más alta del planeta. La calidad de la alimentación (-basada en verduras, algas y pescado, y prácticamente libre de grasa- es, según los científicos, la razón de que en Japón el sector de la tercera edad esté formado por 19 millones de personas, entre los cuales se encuentran más de 5.000 personas mayores de cien años que cuentan con energías suficientes incluso para participar en programas, tertulias o concursos de televisión.
El Gobierno japonés está ahora estudiando con detalle las soluciones que elaboran otros países con gran número de ancianos, como Suecia o Italia, intentando importar ideas que eviten la quiebra definitiva de uno de los Estados más endeudados del mundo industrializado. Según un estudio del Ministerio de Salud y Bienestar Social, los gastos totales relacionados con la Seguridad Social alcanzarán en el año 2025 entre 211 y 266 billones de yenes anuales, alrededor de 263 a 332 billones de pesetas. Un portavoz el ministerio sugirió recientemente que estas cifras habían desencadenado el "pánico" en Kasumigaseki, la zona tokiata.
El Gobierno ya ha empezado a subir impuestos y a recortar su política de beneficios fiscales y estudia nuevas vías de recaudación, pero aun así la solución se presenta difícil al pensar que la población activa, que actualmente es de 87 millones de personas, caerá a 54,9 en el año 2050. Esto significa que si hoy los gastos de cada miembro de la población pasiva en Japón son financiados por los impuestos de 4,7 trabajadores, dentro de 50 años el Estado tendrá que hacer juegos malabares ante la proporción de tan sólo un trabajador por anciano o niño.
La tasa de nacimientos ha caído ya al nivel más bajo de la historia nipona: 1,42 hijos por mujer. Un paseo por Tokio o por cualquier gran ciudad de Japón es suficiente para averiguar la razón de este fenómeno: la maternidad se enfrenta con un ambiente social absolutamente hostil. El reducido tamaño de las viviendas, la falta de espacios públicos para el juego y el ocio, el inestable apoyo económico del Estado y las empresas, así como con el nivel de precios más alto del mundo son algunos de los factores más fácilmente deducibles. Según estudios oficiales, cuidar y educar a un niño en Japón cuesta un mínimo de 20 millones de yenes (alrededor de 25 millones de pesetas).
Sin embargo, una ojeada a las estadísticas de matrimonio indican que sobre estos condicionantes materiales pesa una razón social más profunda.
Como en otros países desarrollados, la realización de estudios superiores junto con la incorporación de la mujer al trabajo han retrasado la edad del matrimonio (27,4 años), que en Japón está llevando a un número creciente de mujeres a renunciar a casarse. Hoy, más de la mitad de las chicas japonesas de entre 25 y 29 años están solteras, al tiempo que en la franja de edad de entre los 30 a los 34 años la proporción se sitúa en el 20%. Según los sociólogos, la razón estriba en un fenómeno que ha quedado ya superado en Occidente: para la mujer japonesa es todavía imposible compatibilizar con su carrera profesional. Si bien Japón es un país machista en esferas sociales, tanto las responsabilidades como el poder dentro del hogar está en manos de ellas. Ellos tan sólo dedican el 5% de su tiempo libre a colaborar en tareas domésticas o jugar con sus hijos -frente al 30% de media en Occidente- por lo que la maternidad implica el punto Final de la vida profesional de la mujer japonesa.
Recientemente se publicó en la prensa japonesa una curiosa noticia: una empresa nipona está construyendo dos residencias de ancianos en un lugar paradisiaco de las Filipinas donde ofrecer una apacible y sana vejez a los jubilados japoneses. Este pequeño archipiélago ha sabido en pocos años exportar a todos los mercados del mundo todo tipo de aparatos tecnológicos... ¿El ya mítico "Japón, SA", optará por exportar a sus ancianos? Da que pensar.
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