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FÚTBOL: HACIA FRANCIA 98

Mínimo juego, máxima rentabilidad

La selección de Clemente salvó el último obstáculo serio en su camino mundialista

Santiago Segurola

Alfonso, que se sacó otro penalti, resolvió con habilidad y teatro un partido perfectamente olvidable si no fuera por la trascendencia del resultado. España abre la puerta del Mundial con una victoria que no mereció. En realidad, nadie mereció nada: ni la victoria, ni la derrota, ni el empate. Fue un limbo de partido, deficiente en todos los aspectos Espafla estuvo en su peor versión y pasó un mal rato en la primera media hora. Luego Clemente cambió el dibujo, hizo traslado de jugadores y se estabilizó la cosa. Sólo eso, porque fútbol no hubo.Las preguntas abundaron en la primera parte, que resultó pesadísima. Los checos presentaron algunas novedades que fueron mal recibidas por el equipo español. El cambio de dibujo se concretó en la desaparición de la figura del líbero. En lugar del montaje habitual, con tres centrales y los carrileros, los checos tiraron tina línea de cuatro y Nemec por delante, atento a Kiko De la delantera se descolgaba Smicer para taponar a Guardiola y Nedved hacía pareja natural con Hierro, que volvió a pasar inadvertido como centrocampista. Durante los últimos tres años, Clemente ha proclamado que Hierro tiene más condiciones en el medio, una apreciación reciente y discutible. En sus primeros tiempos como seleccionador, Clemente ubicó a Hierro como defensa central, que es lo suyo, aunque el jugador se resista a aceptarlo. A Hierro le gusta soltarse, llegar y buscar el gol. Pero eso es una especialización que manifiesta otras limitaciones sustanciales corno centrocampista: juega con una sola marcha, es demasiado previsible con el balón y su falta de velocidad le deja detrás de la jugada. Este hombre, que adivina con la categoría de los grandes cuando juega como central, es muy vulnerable en el capítulo defensivo en el medio campo. Y además su presencia como conductor desmejora la producción de Guardiola, que pierde perspectiva, sitio y manejo.

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Poca actividad ofensiva

Otro problema capital fue el desconocimiento de Amavisca de las funciones como lateral. Se sintió fuera de su elemento y pasó un mal rato durante la primera media hora. Latal, un jugador potente, tenaz y de largo recorrido, le puso en dificultades, ayudado por Wagner. Raúl apenas acudía en ayuda de Amavisca y se extendía la impresión de que la superioridad de los checos por esa banda podía desequilibrar el partido. Entre unas cosas y otras, España sufría un déficit en casi todos los apartados: defendía mal, no construía y tenía desconectadas a todas las líneas. Kiko, Raúl y Alfonso apenas eran espectadores de un partido que venía mal dado. La selección gastó media hora en tapar agujeros, sin sentirse protagonista del juego. En ese periodo, los checos confiaron en el talento de Nedved y en las llegadas de Smicer y Wagner, que perdieron dos ocasiones magníficas.

Clemente midió la gravedad de los problemas y metió mano en el dibujo. Hierro pasó al centro de la defensa, Alkorta se trasladó a la banda izquierda, Amavisca quedó liberado de sus estrictas obligaciones como lateral y Raúl se incorporó como segundo delantero. Allí estaba el viejo rombo, una solución que tuvo efectos inmediatos. España se recuperó, tomó contacto con la pelota y obligó a pensar a los checos. El equipo se estabilizó con rapidez, aunque siempre le faltó juego. Fue un partido decepcionante que se solucionó como es costumbre en los últimos tiempos. Un penalti abrió la victoria sobre Yugoslavia en Valencia, otro permitió el empate en Belgrado y éste entrega medio billete para Francia.

También como es habitual, Alfonso fue el protagonista del penalti. Amavisca recuperó el balón y lo cedió a Raúl, que vio el desmarque de Alfonso y le metió el pase. Era la primera jugada digna de tal nombre de la selección española. Para cualquier avisado, era la situación que quiere Alfonso. Con la pelota, en el área y mano a mano con un defensa, en este caso el portero, que se vio desbordado y estiró la mano de forma innecesaria, porque Alfonso había perdido foco con relación a la portería. Probablemente no tocó a Alfonso, pero el gesto fue suficiente. El delantero español se fue al suelo con mucho aparato. El árbitro interpretó aquello como penalti. Hierro lo convirtió y de repente se produjo una sensación extraña: España ganaba el partido sin ningún mérito.

Pocas veces se ha visto una producción más pobre. Fuera del gol, España sólo lanzó otro remate, un tiro de Urzáiz en la segunda parte que salió varios metros a la izquierda de la portería. El segundo tiempo fue un ejercicio trabajoso y feo de los dos equipos. La ubicación de Hierro como central tuvo un efecto beneficioso porque dominó el juego alto y volvió a anticipar con eficacia. Con la pelota apenas hubo nada relevante. Guardiola no hizo sentir su calidad en la dirección, Kiko pasó inadvertido y el esforzado ejercicio de Raúl no se concretó en nada brillante. Pero al menos había un espesor defensivo que había faltado en el primer tiempo. Así se puede interpretar porque los checos se desvanecieron. No llegaron nunca hasta Zubizarreta, de la misma manera que los delanteros españoles no se acercaron jamás a Srnicek, dos datos que hablan de las características de un partido deficiente y plomizo, re, suelto por Alfonso con la picardía que le caracteriza.

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