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Grietas en la alianza electoral entre socialistas y comunistas franceses

Enric González

Las relaciones entre socialistas y comunistas franceses empiezan a agriarse. Han bastado dos semanas de campaña para que afloren las diferencias políticas y personales entre ambos partidos de la izquierda, pese a la "declaración conjunta" del pasado día 29 y a que siga abierta la posibilidad de un gobierno de coalición en caso de victoria electoral. Dentro del propio Partido Socialista (PS) se escuchan voces disonantes en cuanto al programa económico. La derecha, por su parte, ha decidido concentrar sus ataques sobre las propuestas económicas de Lionel Jospin.

El líder socialista sabe que, para obtener una mayoría parlamentaria, la izquierda necesita ganar con cierta amplitud. El mapa de circunscripciones trazado por el ex ministro gaullista Charles Pasqua en 1988 daría la victoria a los conservadores aunque obtuvieran menos del 50% de los votos. "A partir del 50,5%, vencemos. Por debajo, imposible", reconoció el viernes el ex primer ministro socialista Laurent Fabius. Sólo contando con todos los votos comunistas (estimados en torno al 10%) en la segunda vuelta, y con una fuerte movilización del electorado tradicionalmente izquierdista, podría el PS acercarse al crucial 50,5%. "El PS nos necesita, pero no nos ofrece otra cosa que vaguedades. Espera que nos echemos en sus brazos sin pedir nada a cambio", señaló ayer un candidato comunista que hacía campaña en la región parisina.El Partido Comunista (PC) critica el "hegemonismo" del PS, cree que Jospin está demasiado dispuesto a adaptarse a las condiciones del tratado de Maastricht y percibe una cierta "tentación centrista" entre los dirigentes socialistas. Lo cierto es que el PC se encuentra en plena transformación y que su primer secretario, Robert Hue, encuentra aún serias resistencias internas a su plan para renovar el partido. Hue está en una posición incómoda: tiene un brazo tendido hacia Jospin, y otro hacia los sectores duros del PC.

Por otra parte, la desconfianza comunista respecto al PS (el programa común de 1981 acabó de mala manera en 1984) no es gratuita. "Jospin fue durante años el encargado de coordinar las relaciones con el PC y, como en su día François Mitterrand, sólo está dispuesto a abrazar a los comunistas para estrangularlos", reconoce un estrecho colaborador del primer secretario socialista.

Hue critica igualmente la bipolarización de la campaña (que ha marginado a comunistas y ultraderechistas) y el "personalismo" de Jospin. El líder socialista envió el viernes una "carta a los franceses", como respuesta a la remitida días antes por el presidente Jacques Chirac, en la que (siempre en primera persona) declaraba asumir "los errores pasados" y prometía que no se repetirían.

El PS también muestra diferencias internas. Sobre todo, en lo referente a la economía. Michel Rocard, ex primer ministro y ex primer secretario del PS, criticó públicamente la promesa de crear 700.000 puestos de trabajo ("yo habría fijado un objetivo más modesto", dijo) y consideró que la reducción de la jornada laboral a 35 horas semanales era "insuficiente". "Para crear empleo de forma perceptible, hace falta bajar a las 32 horas", explicó. En lo tocante a privatizaciones, parece haber tantas posiciones como candidatos socialistas.

El primer ministro y jefe de la coalición presidencial", Alain Juppé, aseguró el viernes que es necesario centrar en la economía las críticas contra los socialistas. Tras afirmar el martes que el programa socialista había "estallado en pleno vuelo", Juppé anunció que "todas las incongruencias de Jospin" debían "quedar al descubierto".

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