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FÚTBOL. 35ª JORNADA DE LIGA

El Madrid se pierde en el cuerpo a cuerpo

Un gol de Ortega a dos minutos del final deja en empate la visita del líder a Valencia

Santiago Segurola

El desgarro y los destellos de Ortega salvaron al Valencia, que se echó al monte para remediar su inferioridad en el juego. El Madrid leyó mal un partido que debió ganar por la abismal diferencia de calidad entre los dos equipos. Mientras evitó el choque y el fragor de la batalla, dio vuelta al Valencia, que sufrió un calvario en el primer tiempo. Pero luego, a empujones, todo corazón, sin argumentos futbolísticos de peso, paró al líder y lo sometió a un estilo físico que le costó digerir.La tensa condición del partido no influyó sobre el capítulo futbolístico. En el primer tiempo, el Madrid puso la distancia que separa con exactitud a un equipo trufado de estrellas y a, otro que dispone de recursos limitadísimos. Justo en la Liga del estirón, de la sobreabundancia de jugadores de talla mundial, el Valencia se ha empequeñecido con una plantilla descompensada y sin talentos. Por varias razones, algunas incomprensibles, el Valencia ha perdido por el camino a Mijatovic, Mazinho, Viola y Romario. Los sustitutos han sido jugadores de medio pelo, terceras filas para un equipo que pretendía establecerse en la crema de la Liga. El diagnóstico, final es muy preocupante: un equipo discretísimo, con sueños de grandeza que precipitan todavía más la diferencia con la realidad.

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Frente al retal del Valencia, el Madrid está equipado con varios de los mejores jugadores del mundo. Cualquier discusión sobre el estilo del equipo no afecta a la categoría y a la capacidad de desequilibrio que tienen los futbolistas del Madrid. Puesto que se trataba de Mestalla, ningún caso refleja mejor la salud madridista que Mijatovic. Gana por velocidad, por intuición, por desborde, por recursos y por remate. En una noche difícil, con la gente en armas contra él, Mijatovic se confirmó como uno de los mejores futbolistas del mundo. Cada una de sus intervenciones provocó gravísimos daños en la defensa del Valencia. Durante el primer tercio del partido participó en cuatro de las cinco ocasiones del Madrid.

Antes de que el partido se enturbiara entre faltas y brusquedades, el Madrid actuó de manera contundente, con un aire tan adulto que acrecentaba por comparación la debilidad del Valencia, que durante el primer tiempo tuvo dificultades enormes en el marcaje y en la elaboración. Su única llegada se produjo en un centro de Claudio López que Ortega ganó sin explicación a Illgner. Pero Roberto Carlos hizo uso de su elasticidad para sacar la pelota desde la raya. El resto de la primera parte fue un monólogo madridista, con Mijatovic de protagonista casi exclusivo. Fuera de la primera ocasión -un remate de Suker que rechazó Zubizarreta-, Mijatovic se apropió del partido. Lo hizo frente a la enemiga de la gente, en un ambiente tan hostil que sirvió para medir su carácter. Sobre su calidad no hay dudas: metió un pase delicioso a Raúl, que echó fuera su vaselina; estuvo a punto de marcar en un error absurdo de la defensa del Valencia; enganchó una media vuelta que se perdió sobre el palo. Y la mejor: un giro eléctrico en el medio campo que dejó a Cáceres como un ocho y después la carrera poderosa, el recorte perfecto a Ferreira y el pase a Suker, que peinó con astucia, pero no dirigió bien la pelota. En aquellos momentos, el Madrid abrumó al Valencia, que sobrevivió como pudo. Más tarde, cuando el partido entró en lo abrupto, la diferencia en el juego se achicó.

Disparos de fogueo

Sólo en el arranque del segundo tiempo, el Valencia encontró alguna solución a su juego. Al menos dispuso del balón y alcanzó posiciones cercanas al área. Pero su potencia de fuego es bajísima. Este equipo dispara con fogueo. Sin embargo, el partido había caído hacia lo fragoroso, y eso convenía al Valencia. Por el desgarro de los locales, el Madrid dio un paso atrás y olvidó sus deberes con el ataque. En el combate, Mijatovic quedó desactivado, Raúl apenas enganchó el balón y Suker se fue al vestuario.

El encuentro cayó preso de la brusquedad, de una sucesión de faltas que impidió cualquier continuidad del juego. Estaban puestas las condiciones para el error y el empuje. El Madrid, que no apareció cerca de Zubi en todo el segundo tiempo, tuvo un gol regalado. Por la blandura de Romero frente a Seedorf y por la falta de juicio de José Ignacio en un despeje que quemaba. Y como Raúl pasaba por allá, pues gol.

El Madrid no sacó rendimiento de su ventaja por su incapacidad para salirse de un partido que se había ensuciado contra sus intereses. En el debate, con la pelota dividida y todo eso, el Valencia tenía alguna oportunidad. Iba hacia la portería de manera ciega, pero iba. Y con Leandro, un poco más". Su oportunidad pasaba por aprovecharse de la confusión, como sucedió en el empate, un tumulto de choques y patadas que se resolvió con un penalti a Ferreira. El 1-1 fue consecuencia del trazo rugoso del partido. Mientras el partido dependió de la calidad de los jugadores, el Madrid lo tuvo bien agarrado. Pero perdió el hilo del juego y aceptó el cuerpo a cuerpo. Por ahí se le escapó la victoria.

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