Una hora para soñar
El Atlético desarboló al Sporting en el primer tiempo, pero pasó apuros al final
El Atlético quiere soñar. Desea creer que la segunda plaza, y el regreso a la Liga de Campeones es posible. Se convenció el domingo, cuando conoció el pinchazo de sus antecesores en la tabla. Y el Sporting terminó por autorizarle a ilusionarse con que la temporada no está perdida, que hay todavía motivos para vivirla con ganas. Fue el cuadro asturiano un equipo ramplón, vulnerable por los cuatro costados, el adversario ideal para recuperar la fe.El Sporting le allanó el camino, sí, pero el Atlético funcionó. Al menos durante una hora. Y lo hizo a partir del bloque, del año pasado. Sin querer, forzado por las bajas, Antic reunió sobre el campo la alineación del bicampeonato (con la excepción de Esnáider por Penev, matiz que ya no tiene remedio). Y el Atlético volvió a carburar. No hay casualidad posible. Sobre todo en lo que toca a Vizcaíno, un futbolista indispensable.
Vizcaíno es el equilibrio del Atlético. El eslabón necesario para que la defensa cierre con orden y la delantera ataque tranquila. Vizcaíno viste de normalidad todas las situaciones y evita que el equipo pierda la compostura táctica ni el aliento tanto cuando vienen mal como bien dadas. Arropado por la oscura pero productiva labor de Vizcaino, y al ritmo que el centrocampista eligió para cada momento, el Atlético jugó seguro y crecido.
Dio la sensación también de que el Sporting era un contrario memorizado por los rojiblancos. Con diapositivas, vídeos o lo que sea, cualquiera de los utensilios del laboratorio de Antic vale para destripar al rival. El caso es que los puntos débiles del Sporting estaban descubiertos: la fragilidad con que su línea de atrás intenta tirar los fueras de juego y su debilidad aérea (no hay equipo conocido más vulnerable por alto dentro del área). Y sobre ambas carencias insistió el Atlético una y otra vez.
La recompensa del gol llegó desde ambos apartados. En el primero, Caminero tuvo todo el tiempo del mundo para decidir la resolución más conveniente. Y en el segundo, Kiko cabeceó sin oposición un servicio de Pantic, mientras Ablanedo aguardaba debajo del larguero como siempre y los defensas medían mal.
Dada por cierta su debilidad defensiva, quedaba por saber si la pelea del Sporting y su velocidad arriba serían suficiente argumento para compensar. Al principio no lo fue, sobre todo porque los puntas incurrían una y otra vez en el fuera de juego. Pero luego, mediada la segunda mitad, sí, después de qué el Atlético desaprovechara media docena de oportunidades claras, en parte por la agilidad de Ablanedo, y después de que David Cano acertara a meter en la caja la primera aparición del Sporting por el marco de Molina.
La alarma definitiva sonó en el Manzanares en el minuto 72, cuando Vizcaíno, probablemente porque sus dolores musculares, no le dejaron aguantar más, fue sustituido por Roberto. No es que el Sporting se convirtiera asombrosamente en un conjunto venenoso. Sucedió, más bien que el Atlético perdió sitio y orden, que su zaga recuperé inseguridad y nervios, que muchos de sus jugadores empezaron a moverse con la lengua fuera y que le entró el miedo. La sombra del empate empezó a rondar por el Calderón. Con un equipo, el Sporting, volcado sobre el área rival. Y otro, el Atlético, escondido atrás y suplicando por algún contragolpe redentor. Al final no sucedió nada, ni el gol del Sporting ni el de la sentencia, y el Atlético se llevó los tres puntos. Esos que matemáticamente le permiten seguir soñando con otra Liga de Campeones.
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