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Biografías irreprochables

La vida personal suele estar al menos salpicada de incoherencias y contradicciones, y la de los políticos no suele ser una excepción, la imagen de mi político coherente de la cuna a la tumba es más bien mítica; y ni siquiera estoy seguro de que sea un ideal; lo que la gente, incluidos los políticos, tiene que ser es decente, condición que tolera alguna que otra incoherencia de ideas, incluso llamativa. En España se produjo, hace unos, veinte años, la transición, que, entre otras cosas fue una transacción entre personas de distintos y aún contra rios pasados políticos; pero no fue la única mutación: simultánea y sucesivamente se han producido otras en el meollo mismo de la política, lo que ha tenido expresión en la ejemplar incoherencia de muchas biografías; así que hubo estalinistas que renegaron de su pasado, y otros que, sin renegar, lo colocaron en el desván de los objetos inservibles; y gente marxista que dejó de serlo, y gente nacionalcatólica mutada en agnóstica, y centralistas renacidos como autonomistas fervorosos, e intervencionistas enamorados ahora de los merca dos libérrimos, y autoritarios hechos demócratas, liberales, y quién sabe cuántas incoherencias, más. 1 Así que en cuestión de actitudes políticas personales la in coherencia, o1a contradicción, o como se quiera llamar, es una cuestión de calendario; hay gente que aún no ha tenido tiempo de incorporar sus dosis de contradicción, pero no hay que desesperar. Entre los políticos activos, o habituales, al me-nos en esta época que a, algunos nos ha tocado vivir, lo raro es . encontrarlos de una pieza y con frecuencia, cuando se les descubre, son más dignos de lástima que otra cosa; porque no es lo mismo, integridad que cerrilismo inmóvil.Lo que proporciona biografías y situaciones con muchos perfiles y recoveco, que habitualmente hacemos como que ignoramos, o hemos olvidado o nunca sabido lo que es una bendición para la convivencia. Pero las historias personales, las biografías, tampoco pueden darse por inexistentes, pues el pasado puede ser premonición del futuro, y en esto dé la gobernación hay que ser, al menos, algo avisados, y así nos tenemos que mover en un equilibrio difícil entre pasado y presente, cuando se refiere a gente que actúa por y para nosotros en el aparato público. Hay quien encuentra en las historias personales, incluso muy remotas, la más redondeada fuente de descalificación personal del contrario, o adversario, o ajeno, y no se toma el trabajo de pensar más en la persona y sobre su trabajo o función pública; por este camino se llega con facilidad a la descalificación ideológica, presente o pretérita, lo que es, sin más, inquisitorial. Pero tampoco se puede decir que la historia, la biografía, más que la ideología, carezcan de importancia, pues no será lógico poner al zorro a cuidar las ovejas, por mucho que se haya firmado la paz zoológica.

Además, hay historias e historias, unas próximas, otras remotas, y algunas muy relacionadas con la función de que se trata. La biografía como argumento suele ser miserable argumento en contra, pero hay que emprender que no, se puede, confiar todo al elegante olvido. Por ello también el actor debe conocer su biografía y jugar con habilidad, y no exponerse a la contestación fácil. En estos días se producen casos prácticos del uso de la carga biográfica, de cierta notoriedad: la designación de fiscal jefe de la Audiencia Nacional, por ejemplo; porque la sombra del Tribunal de Orden Público es alargada, qué le vamos a hacer; o la respuesta, del Gobierno a alguna pregunta de la oposición mediante alusiones al inmediato pasado que nada tiene que ver con la cuestión Plantea da; no son situaciones equiparables, que nadie se indigne; en el primer caso la historia tiene que ver con la función y en el segundo se elude la respuesta, invocando el pecado del acusador; pero la mejor manera (aunque no totalmente segura, por supuesto) de no encontranse con el reproche biográfico es, tener una biografía irreprochable, o que, lo parezca

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