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Tribuna
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Alfonso, en su sitial

Anteayer, a eso de las nueve menos cuarto, Alfonso concluía su segunda transición: medio año después de su retorno a Sevilla, planeaba sobre el fondo sur del estadio Bernabéu y le metía un gol como un témpano al Real Madrid, el equipo en el que toda la vida hubiera querido triunfar.Desde que Jorge Valdano miró por un tragaluz de la Ciudad Deportiva, señaló a un muchacho que amagaba como una liebre degorna, y luego le dijo a Emilio Butragueño que su sucesor estaba en camino y se llamaba Alfonso Pérez, el destino había dado muchas vueltas. Sin embargo, tantas vicisitudes bien podían reducirse a una predestinación: como tantos otros profesionales del deporte, él había sido un tapón de corcho girando sobre el sumidero del fútbol profesional. Atrapado en una maraña de cesiones, promesas incumplidas y anticipos a cuenta, vio venir a Capello y se dijo que no podía ser cola de ratón alguien que siempre se había sentido cabeza de león. Así que, por si las moscas, bajó la cabeza, lloró como un amigo, lió la sudadera y se fue a hacer la bicicleta al estadio Benito Villamarín.

Por fortuna, allí querían organizar un. equipo ganador. Con Lopera como capitalista, Roberto Ríos como guardaespaldas y el buen criterio de Alexis para administrar el juego, confiarían las salidas por las alas a Jarni y Finidi, y él debería poner en práctica el difícil arte de los finales. Su prioridad sería el juego de área: se encargaría, pues, de todo el trabajo limpio; pero también de la guerra de guerrilllas, las maniobras de diversión, la llegada por sorpresa y del remate de la jugada. Para convertirse en Alfonso el sabio, no necesitaba más.

Hoy, Alfonso está muy cerca de alcanzar su talla real. Bajo sus aires de primera figura, es en realidad un deportista de última generación; uno de esos atletas politécnicos que valen tanto para curar como para matar. Por supuesto, es tan capaz de sabotear los ataques del equipo contrario como de abrir y cerrar los contraat es de su propio equipo. Dotado e dos los recursos posibles en el control y manejo de la pe lota, ha conseguido ser, además, un futbolista simétrico. Puede hacer exactamente las mismas diabluras con el perfil derecho que con el izquierdo. No estamos, en fin, ante un especialista, sino ante uno de esos jugadores excepcionales que podrían vivir de una sola habilidad. El, sin embargo, prefiere la aventura de la improvisación. Disfruta del riesgo de la duda y, a la vez, del placer de probar su repertorio.

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