Rayo y Athletic se lo juegan al pelotazo

Dirimieron el pleito a pelotazos, lo que no deja de ser triste. Quizá sea eso lo que pide el césped de Vallecas, que ha sido arreglado a medias, a retazos, aquí si pero allí no. La excusa deja mucho que desear, porque la hierba no justifica lo que ayer enseñó el Rayo, más o menos lo esperado, y lo que mostró el Athletic de Bilbao, sorprendentemente mezquino en su juego y pobre de argumentos. Bobo y desconocido, por explicarlo pronto y mal.Buscar a Guerrero fue una manera tan respetable como cualquier otra de perder el tiempo. Estuvo en cuerpo, no en alma. Fue víctima del miedo, que al fin y al cabo es libre, que le tenía Paquito. Sobre él situó a Martín González. Y para definir el marcaje vale cualquier tópico: lo del aliento en el cogote, la persecución hasta la ducha y todas esas cosas. Paquito no encontró un modo más arcaico de sobrevivir. Y sobrevivió.

El Rayo manejó con soltura buena parte del choque. Lo hizo sin alharacas, sin adornos, agarrándose al pelotazo cuando Castillo no aparecía para ordenar el tráfico. El y Moreau intentan echarle raciocinio al tema. Pero su presencia es intermitente. Y entonces triunfa la otra alternativa, la del patadón, antesala del éxito en contadas ocasiones. Ahí va una de ellas: a las antípodas de su refugio mandó el balón Contreras, Karanka dudó, José Mari no se enteró, y por allí apareció Moreau, encantado de la vida, que mandó a la red el inesperado regalo. Es posiblemente la jugada más vieja del fútbol, pero la defensa del conjunto vasco no se la sabe.

Habrá quien llame valiente a Luis Fernández por jugar con tres defensas adelantados, pero habrá también quien le tilde de suicida. Porque ayer Radchenko recuperó su crédito. Se hartó de regatear, de superar en carrera, por un lado y por otro, a la defensa, es un decir, del Athletic. Karanka se dejó parte de su prestigio en Vallecas.

El partido lo cambió de signo Alkiza. Él levantó y mantuvo en pie al Athletic. Su rival jugaba con 10, porque Martín González, que iba a lo suyo, apenas la tocaba. Pero Guerrero, menos. Ahí hubo empate. Como en los pelotazos. Salió Urzaiz porque llegaba el momento de que la artillería pesada resolviera la sin sustancia aquella. Y el balón se fue arriba. Una y otra vez. Un centro de Alkiza lo sacó la defensa del Rayo; el siguiente, de Larrainzar, también. Pero el tercero lo cazó Urzaiz. Que estaba para eso, para que su cabeza llegara donde no lo hacía el invisible fútbol del Athletic.