Rodriquez imprime entusiasmo al Unicaja

Nacho Rodríguez pugnó duro el pasado verano con la directiva de Unicaja para que le dejara marcharse al Barcelona. Al final, no tuvo otro remedio que resignarse a permanecer en Málaga y vivir una temporada aciaga para un club que sueña con mantenerse entre los grandes. Ayer, frente al que podía ser su equipo, lució una motivación que no había evidenciado en todo el año y resucitó en todo su esplendor. De su mano, Unicaja volvió a encontrarse con el entusiasmo en el juego y con un líder que necesitaba con urgencia.El panorama invitaba a pecar de soberbia y el Barcelona cayó de pleno en la tentación. Nadie tuvo su día porque nadie parecía tener ganas de jugar. Fue un equipo indolente, desconcentrado, flojo en defensa y carente de recursos en ataque, con un paupérrimo acierto en el tiro (36% en el primer tiempo). Ignoró que no hay peor enemigo que una fiera herida, y frente a tanta adversidad Unicaja puso en la cancha todo su orgullo. Su principal virtud fue, tal vez, su sistema defensivo, con las ayudas siempre bien ajustadas y con una extenuante presión a media cancha que acabó desesperando al Barça. Fernández y Karnisovas intentaron resolver de forma individual, mientras el equipo se descomponía segundo a segundo.

Si Unicaja no dispuso antes de una cómoda ventaja en el marcador fue por sus continuos fallos bajo la canasta contraria, algunos de ello verdaderamente increibles. Nacho Rodríguez fue una máquina de recuperar balones, de asistir y de anotar. Capturó seis rebotes y acabó como máximo anotador de su equipo, y nuevamente proclamado hijo predilecto de una afición que ayer volvió a botar sobre las gradas después de permanecer mustia muchos meses.