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¿Teólogos todavía?

Sin duda, a muchos parecerá, esto un anacronismo: ¿todavía quieren existir teólogos, en un mundo cada vez más secularizado? En España, en 1989, se declaraban indiferentes, agnósticos y ateos el 26% de los españoles, según los catedráticos de sociología González Anleo y González Blasco. Y en pocos años, 20 nada más, el número de católicos no practicantes aumentó a más del doble. Y si miramos a las revistas católicas y comparamos con Italia o Francia, nos quedaremos sorprendidos: en el país galo hay dos semanarios católicos que suelen editar cerca de medio millón de ejemplares cada uno. Y en Italia hay dos revistas mensuales con más de un millón de ejemplares, cuando aquí la revista católica que más tira está por los 60.000.Sin embargo, es curioso que todo tiene dos caras; y este problema también. La prueba son los numerosos testimonios que yo recibo del interés que tienen los problemas religiosos cuan do se plantean con apertura y sinceridad, sin miedos a la presión que suele venir de arriba en nuestra Iglesia, y sin ataduras a ideas de fondo obsoletas y desfasadas del pensar actual.

Por eso tiene tanta importancia que grupos como la Asociación de Teólogos Juan XXIII vaya adelante y siga organizando el congreso anual de teología, con una asistencia entre 2.000 y 1.500 personas; y que tenga un talante muy distinto del usual en estas reuniones. En este año, que tratamos Evangelio e Iglesia, no sólo quisimos oír y dialogar con las voces de teólogos de otras culturas, sino con nuestros protestantes españoles y con profesores, agnósticos conocidos, porque debemos conocer de primera mano las voces, opiniones y problemas que ellos quieran transmitirnos. Sin un conocimiento directo de lo que se piensa en el mundo español, difícilmente tendrá el cristianismo nuestro una presencia en la sociedad pluralista Y seculariza da que es la Españá actual. Y nosotros nos limpiaremos con ello de ideas fuera de lugar en la cultura presente y que nada debián decir a una fe actual.

Pero debemos ser los teólogos, sean clérigos o seamos seglares, quienes tenemos que hacernos muchas preguntas que hoy se plantean y que dábamos por definitivamente resueltas. Y la primera es que la teología deber ser hoy mucho más una filosofía de la religión objetiva, que una pretendida ciencia parcial y enclaustrada en sí misma. En segundo lugar, hemos de conocer bien nuestro mundo posmoderno, tan distinto del moderno que todavía damos por el único presente. Y, en tercer lugar, debemos conocer que los avances dados por la ciencia actual, que invade nuestra cultura, tienen un nuevo modo de pensar, que no se corresponde con la lógica obsoleta todavia latente en el pensamiento religioso.

Hay tres pensadores que se han ocupado de esto con agudeza: el filósofo Morris R. Cohen, de la Universidad de Nueva York; el físico y filósofo de la ciencia Hans Reichenbach, y el filósofo francés Leon Brunschvicg. Éstós arremeten con razones indudables contra el uso de la lógica de clases (Reichenbach) y no la de relaciones (Cohen y Brunschvicg). Basado esté, último en los estudios de Piaget sobre el niño, llega a esta sorprendente conclusión: ese pensar, que todavía perdura entre nosotros, corresponde al nivel cultural que frente a la psicología contemporánea es el de un niño de ocho a nueve años", para el cual el peso, el calor y la humedád, por ejemplo, "no son relaciones" y las creen "cualidades dadas inmediatamente como objetivas, incrustadas como están en los pliegues del primitivo". De nada sirvieron las críticas iniciales de Montaigne y Pascal contra esta lógica religiosa, poque venía bien a nuestro equivocado pensar absolutista no aceptar nada que fuese relativo, que es lo único que nos puede acercar a lo absoluto. Y. no siguiendo la ingenuidad infantil, antes citada, que aplicamos demasiado frecuentemente a todo nuestro pensamiento religioso. Algo de ésto vislumbró Ortega y Gasset cuando fue impactado por la teoría de la relatividad de Einstein, que le sirvió para fundamentar mejor sus intuiciones "perspectivistas" de 1916.

Si queremos pensar hoy, en cualquier tiempo del saber hemos de tener en cuenta estos hallazgos y aplicarlos al pensar religioso, superando su lógica obsbleta para la mente actual.

El propio papa Pío XII atibó algo de esto, pero nadie le hizo caso en el catolicismo, salvo el astrofísico católico Whittaker, que desmontó las pruebas de la existencia de Dios que nos transmitían en el bachillerato o en la universidad, hace pocos años. El Papa había dicho que era necesario reconsiderar el impacto de fondo que podían dar estos conocimientos macro o microfísicos a los conceptos demasiado absolutizados que se habían usado en nuestro pensar religioso. ¿Y, en que quedó esto?: en nada, o en casi nada.

Tenemos además en la Asociación Juan, XXIII la idea de tomar en serio el diálogo con el mundo actual, con su Ciencia y con su filosofiá. Y aplicarlo también dentro de nuestra Iglesia en España, como pidió Pablo VI en su primera carta, Ecclesiam suam: "La Iglesia sehace diálogo"; pero sinceramente hace hay que decir que esto no ha ocurrido. Hablar con otras religiones, y darse golpecitos de espalda de buena voluntad, sí; pero dentro de ella la actitud es completamente distinta. El caso más sangrante es el del moralista padre Haering, un cristiano competente y prudente, pero sincero ante las actitudes morales obsoletas y faltas de realismo de la Santa Sé de.

Y queremos ayudar a crear una opinión pública en ella por que si no habría que confesar la culpa de los callados y excesivamente complacientes con el establishment. En esto, como decía Pío XII en 1950, la culpa "recaería sobre los pastores y los fieles". Un caso ejemplar dieron los obispos del mundo con la libertad de palabra ejercida en el Concilio Vaticano II, que cada vez ha quedado más disminuida por temor a la Curia de Roma. Un católico debe saber, y ser consecuente con ello, que es una gran verdad aquello que observaba hace 16 siglos, el historiador Eusebio de Cesarea: "A menudo se nos dirige a los cristianos el reproche de que no sabemos probar la verdad de nuestras creencias, y que exigimos a los que se acercan nosotros una sumisión ciega como un verdadero rebaño".

¿No es verdad esto muchas veces, porque tenemos no una fe ilustrada sino una fe infantil o un modo de razonar para niños, desconociendo el modo de pensar actual? No olvidemos que es doctrina tradicional, poco llevada a la práctica, que "Ia razón a la fe" (Pío IX). Y "el culto y la fe deben ser racionales" (obispo Ketteler). O que para un católico "es un axioma que nunca es permitido creer lo que la razón condena", (ídem). Y que "inteligencia sin verdad ni razón sin razonar es tan anormal como los ojos sin luz" (padre Sauras, O. P.). Éstos son los límites que debe tener "la autoridad encargada del gobierno", porque "tiene límites rigurosos en la institución de Jesucristo", termina diciendo aquel obispo, uno de los comprometidos socialmente del siglo pasado.

Éstos son nuestros retos.

Enrique Miret Magdalena es teólogo seglar.

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