Apabullante demostración del Athletic
El equipo bilbaíno destrozó al Logroñés, que no levanta cabeza
El Athletic no tuvo ni paciencia ni piedad con el Logroñés. Ni las urgencias de Lotina en el banquillo, ni la pulcritud del enemigo, en sus, acciones conmovieron el corazón del Athletic, convertido de súbito en un depredador insaciable. En 20 inutos de presión, averiguaron los rojiblancos las carencias del Logroñés: la cacería estaba en los costados. Entonces, Alkiza cogió su fusil y diseñó un ejercicio de puntería y precisión que desquició al Logroñés y abrió de par en par su guarida. Los goles cayeron como fruta madura. Urzaiz lo obtuvo por poderío, Etxeberría por la tenacidad de Ziganda, Ziganda por su oportunidad en el área y Guerrero por sabiduría propia y especialmente de Alkiza y Urrutia.En definitiva, un ejercicio de versatilidad y de rotundidad ofensiva ante un equipo que se jugó el partido a doble o nada. Lotina, con la soga de la destitución a modo de corbata, planteó una estrategia con tres delanteros natos. Habida cuenta de la voracidad de Luis Fernández, con idéntico planteamiento, el partido estaba preparado para el espectáculo. Pero el Logroñés estaba predestinado al papel de perdedor.
El Athletic tiró de catálogo y la exhibición resultó apabullante; combinó la verticalidad con el control del balón, la exquisitez con la contundencia y la fortaleza con la finura. A la media hora había resuelto el encuentro. El resto era una invitación a la exhibición y jugadores como Alkiza, Guerrero o Urrutia, no desaprovecharon., la ocasión de disfrutar con un juego a su medida, avalados por la honradez del Logroñés, que a pesar de la desventaja, buscó desesperadamente el gol del honor. Un par, de disparos, a la madera reconciliaron sus buenas intenciones. Pero de nuevo el Athletic hurgó en las heridas de la primera mitad y en pleno furor ofensivo obtuvo. dos nuevos goles.
Para la hinchada, fue una tarde de felicidad después de tantos partidos de sufrimiento. La afición, que se ha vuelto aprensiva en los últimos meses, celebró con entusiasmo la goleada. El partido resultó de una desigualdad insultante. Un asunto librado entre un equipo sobrado, dispuesto a tirar de muestrario frente a otro condenado a padecer los rigores de su debilidad, con gallardía pero sin opción alguna.
El Logroñés no sólo resarció con goles la travesía rojiblanca, sino que además rehabilitó a jugadores como Alkiza, necesitados de una actuación redonda y a goleadores como Ciganda, Urzaiz o Guerrero que venían suplicando un ejercicio de autoestima. La sombra del Camp Nou voló sobre el Logroñés, incapaz de superar la línea divisoria. Quizá San Mamés escribió el finiquito de Lotina en el banquillo, pero a cambio el Athletic obtuvo el premio gordo: goles y reconocimiento.
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