¿Por qué es tan difícil contar los hechos sin facciosidad?
Umberto Eco ha publicado un artículo en la revista italiana telemática Golem, que puede leerse en Internet, participando así en el debate abierto en dicha revista sobre el concepto de verdad en el lenguaje de la información.Leyendo el artículo de Eco, aliñado con esa fina sátira que caracteriza al semiótico italiano, he pensado en tantos de nuestros lectores que me han planteando en estos casi dos años de Defensor del Lector los mismos problemas y las mismas perplejidades que presenta Eco.
El escritor. italiano distingue dos tipos de verdad: la "verdad de experiencia" y la "verdad cultural".
Pues bien, según el autor de El nombre de la rosa, un periódico se puede y debe mover sólo en el arco de estas dos verdades; todo lo demás pertenece al reino de la opinión. Y pone un ejemplo: que en Atlanta estallara una bomba, un diario podía saberlo sólo si tenía allí un enviado especial que diera fe del hecho. Pero, por convención, un periódico acepta también una verdad difundida por una agencia, a condición de que se corrija dicha noticia si se advierten contradicciones entre las diversas agencias. En todo lo demás, el diario debería decir sólo: "Fulano o Zutano han dicho. ..", porque un diario sólo garantiza que alguien ha dicho de verdad una cosa.
Pero un periódico también puede crear una noticia de otra forma: por ejemplo, cuando un hecho se presenta como signo evidente de una tendencia general. Y Eco presenta otro caso: se producen tres accidentes de coche en el mismo día en tres ciudades italianas distintas. El diario los une en un solo artículo, convirtiéndolos en un hecho general.Para no confundir al lector, sin embargo, habría que hacer un recuadro con una estadística, porque si resulta que tres accidentes en un día son la media durante los últimos 10 años, la noticia carece de relieve: la estoy hinchando. Si, al revés, resulta que ese número de accidentes en un día son muchos, teniendo en cuenta la media de los últimos años, entonces tengo que hacer un artículo de opinión.
¿Y en cuanto a la "verdad cultural"? Eco propone otro ejemplo: en una revista publicada por la Universidad de Broz se escribe que, basándose en un experimento hecho con ratones, resulta que el agua produce cáncer. Según Eco , dar dicha noticia puede ser interesante, pero a condición de que se diga al tiempo de qué crédito goza dicha universidad (pero, a menudo, el artículo empieza ya diciendo: "La prestigiosa Universidad de Broz"); debería añadir si existen otros centros docentes que hayan reaccionado con escepticismo (pero, a menudo, las eventuales reservas aparecen sólo muy al final del artículo); debería decirse cuántas veces en los últimos cien años alguien ha presentado teorías semejantes (pero el diario trata desesperadamente de ocultarlo porque, de lo contrario, la noticia perdería su fuerza de scoop). Y así, dice Eco, "se dispara a cuatro columnas la noticia difundida por la Universidad de Broz, y ahí queda: el periódico ha garantizado prácticamente a sus lectores que el agua produce cáncer.
Por último, Eco trata otro tema también muy actual en el periodismo: el de los "indicios". Y otra vez propone a sus lectores telemáticos dos ejemplos muy concretos: el presidente de la República Italiana, Oscar Luigi Scalfaro, se presenta en público con una corbata verde y azul, y el papa Wojtyla, en su último discurso, no cita el atentado de Atlanta. Podría, dice el semiólogo, tratarse de dos cosas totalmente casuales, pero un diario podría decidir interpretar el primer hecho como una declaración de neutralidad entre el azul del Polo (la agrupación política de Silvio Berlusconi, Forza Italia) y el verde del Olivo (la agrupación política que reúne a las fuerzas progresistas que gobiernan hoy en Italia) y el segundo como un desinterés del Papa por los Juegos de la Olimpiada.
Según Eco, lo único correcto en estos casos sena, si acaso, hablar de ello en un artículo de opinión, porque, escribe: "Si disparo el título El Papa se calla sobre la bomba de Atlanta, ya he inflado algo probablemente irrelevante transformándolo en noticia". Y añade: "Lo que preocupa en la prensa actual no es que se den noticias falsas -cosa que acaece raramente-, sino que muestre y provoque estupor o indignación por hechos o tendencias normales". Y explica el escritor que los lectores suelen achacar este comportamiento a falta de profesionalidad o de ética. Pues no. Según Eco, es algo distinto: el hecho se debe a que la competencia de la televisión ha hecho que los diarios se estén haciendo muy parecidos a las revistas, y entre ellas, a las más escandalosas, las especializadas en crear noticias chocantes o picantes.
Según el escritor italiano, el hecho de que esto se esté convirtiendo en muchos diarios en algo "natural" no quiere decir que los lectores lo deban aceptar, "porque también es normal que los coches produzcan polución, pero tratamos de contrarrestarla enseñando a la gente a hacer un uso moderado e inteligente del coche en el centro de las ciudades". Pues lo mismo habría que hacer con los diarios, dice Eco: enseñar desde la escuela a los jóvenes cómo debe ser un verdadero periódico de noticias. Y añade que el peligro es que mientras la gente que lee ciertas revistas sabe ya que lo que dicen "son mentiras", se piensa que cuando un diario escribe que en Atlanta pusieron una bomba los islámicos, por ejemplo, tiene que ser verdad. ¿Pero es así? Según Eco, no siempre, ya que cuando, hoy, un diario escribe, por ejemplo, a cuatro columnas, con solemnidad, que dos Políticos importantes "han roto", a lo mejor se trata sólo de que el uno le dijo al, otro: "Perdona, pero yo quizá veo esto de forma distinta...". O cuando un diario escribe que "ha muerto la novela", quiere sólo decir que al crítico literario no le gustan ciertas novelas o que necesita lanzar un título veraniego.
Eco concluye con un flechazo de amarga ironía: "Enseñemos a los lectores", escribe, "a usar los diarios por lo que son y representan, sin olvidar que los únicos verdaderamente creíbles son los explícitamente facciosos. Ni siquiera fingen escribir la verdad. Nos dicen sólo, asumiéndose la responsabilidad, lo que deberíamos desear".
Estoy seguro que estas consideraciones de Eco representan una respuesta explícita a tantos de nuestros lectores cuando nos critican a los periodistas por ser poco rigurosos, dar por descontado lo que no lo es, inflar noticias que o no lo son o lo son insignificantes, o de presentar como indicio lo que quizá fue sólo pura coincidencia.
Revelan, además, las reflexiones de Eco una verdad que no por obvia deja de ser importante: que un diario es una cosa seria, porque solemos fiarnos de él como fuente genuina de información ("¡Lo he leído en el periódico!"), y al mismo tiempo algo muy difícil de realizar, porque la tendencia de la industria es la de sobreestimar la realidad para convertirla en espectáculo o en algo comercial. Todo, claro, a desventaja del lector, que busca en. el periódico conocer lo que realmente ocurre a su lado.Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector o telefonearle al número (91) 337 78 36.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.