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El final dialogado y los productos milagro

Todo el mundo habla del final dialogado del terrorismo. Conjugamos esas mágicas palabras movidos por "razones políticas" o por lo que hemos dado en llamar pragmatismo. No me extenderé sobre las circunstancias que han hecho posible que, quienes han defendido y defienden las tesis del conflicto político para explicar el nacimiento y la pervivencia de ETA, hayan llegado a convencer al resto de "su" solución. Pero probablemente el cansancio, el desánimo, la confusión y hasta una cierta ausencia de referencias claras hayan contribuido a ello.El caso es que ésa es hoy la posición dominante en materia de pacificación, o al menos la que como tal se expresa. Por eso resulta difícil mantener públicamente una posición contraria a esa teoría, que tiene por otra parte la ventaja de aparentar que goza de consenso y de dejar en manos de otros, siquiera parcialmente, la solución del problema. Y ya se sabe que siempre tranquiliza mucho la conciencia poder echar la culpa al ajeno.

Yo, sin embargo, no creo que exista posibilidad alguna de llegar a un final dialogado. Creo que nos hemos contado -y creído- una gran mentira. Una mentira que está consumiendo inútilmente nuestras energías.

Final dialogado, decimos. Pero, ¿quién quiere dialogar? ¿Nosotros? Y, ¿con quién? ¿Con ETA? Y, ¿de qué? ¿De todo? Vale, pongamos que de todo. Naturalmente queremos hablar para acordar el final de las acciones terroristas. Pero, ¿quieren los asesinos y su mafia que acaben los asesinatos, las torturas, los secuestros...? Pensemos fríamente un poco. ¿Qué ganan ellos con que esta situación acabe? ¿Acaso que los presos etarras vuelvan a casa? ¡Qué ingenuidad! ETA habla de "sus" presos, pero los presos etarras son hoy más prisioneros de la estrategia de la banda que de nadie. ¿No son los propios dirigentes de ETA quienes están prohibiendo a "sus" presos acogerse a la reinserción?

¿Qué pueden ganar los terroristas de ETA sentándose alrededor de una mesa para hablar? ¿Acaso la independencia de Euskadi? Pero, ¿hay alguien que crea aún que la independencia del País Vasco es un objetivo de ETA? La independencia puede ser un objetivo político, pero en modo alguno forma parte de las motivaciones de los terroristas para matar. Ya vale de engañamos y de caer en su trampa: los terroristas no persiguen nada que tengamos, nada que les podamos dar. Ellos matan para vivir. Somos nosotros, con nuestras torpezas y titubeos, quienes prestamos el discurso político a lo que no es sino pura mafia y terror.

No es posible un final dialogado. Pero no porque nos repugne intelectualmente dialogar con los asesinos, sino porque los asesinos no tienen nada que ganar. Nada. Y ésa es realmente nuestra tragedia: no querer aceptar que no tenemos nada que ellos quieran. No les interesa ni la libertad, ni la igualdad, ni el euskera, ni el Estado de bienestar, ni la autonomía, ni la democracia, ni la autodeterminación... No persiguen ninguna de las cosas que hemos logrado o por las que seguimos trabajando. Poco importa que estemos dispuestos o no a dialogar, que estemos dispuestos o no a ceder.

A veces ponemos ejemplos de procesos de "paz dialogada" a los que queremos -decimos- emular. Claro que siempre olvidamos un pequeño detalle: que no hay en la historia un ejemplo de paz que se haya firmado sin que la guerra haya castigado de forma similar a: las partes en contienda. Y en Euskadi, no nos engañemos, no hay dos ejércitos luchando. Aquí no hay tal guerra. Aquí lo que hay es un grupo de vascos fascistas que matan, muchos que sufren y unos que mueren. Y que nadie me interprete mal: yo no quiero que muera ni uno solo más. Ni siquiera de los malos.

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Pero no crean que pienso que no tiene solución. Creo que empezará a tenerla cuando dejemos de engañamos, cuando dejemos de fiar nuestro futuro en el efecto de los "productos milagro". Contra las enfermedades graves no valen productos milagro. Ésa es la clave. Esto no es una guerra; esto es una enfermedad. Y es grave, de ésas que si no se tratan adecuadamente pueden hacerse crónicas e incluso matamos.

Los vascos hemos de aceptar que no nos queda otro remedio que convivir, probablemente durante bastante tiempo, con esta nuestra particular enfermedad. Como quien convive con una enfermedad penosa para la' que no se conoce aún vacuna o tratamiento definitivo: aceptando que se tiene, aprendiendo a medicarse e intentando que te incomode lo menos posible. Además hay que evitar el contagio y estar atento a los avances de la ciencia, esperando -y favoreciendo si cabe- que algún día se invente algo que nos cure para siempre. Y, tras el diagnóstico y tratamiento correcto, las células enfermas irán disminuyendo en virulencia y en número. Y el ritmo de nuestra vida se normalizará poco a poco. Y, lo que es mejor: en unos años, en el peor de los casos, sólo nos quedarán algunas manifestaciones residuales de la enfermedad que tanto nos afectó.

Y ya nadie nos mandará a comprar productos milagro.

Rosa Díez González, socialista, es consejera de Comercio, Consumo y Turismo del Gobierno vasco.

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