"El cambio del Partido Popular es positivo para la democracia"
Al democristiano Josep Antoni Duran Lleida le parece lógica, honrada y coherente la oposición de sus correligionarios del PNV a la decisión del Gobierno del PP de no desclasificar los papeles del Cesid, pero, como político catalán, considera positiva la decisión de mantenerlos secretos.Pregunta. ¿CiU puso como condición para, apoyar al nuevo Gobierno que no entregara los documentos del Cesid?
Respuesta. No, en absoluto. Ni pública ni privadamente hablamos de cuál debería ser la política del futuro Gobierno respecto a esto.
P. Pues no deja de ser sorprendente el cambio del PP.
R. La considero una reconversión lógica. No entro en si es buena o no la actitud presente, pero un partido que asume responsabilidades de gobierno debe hacer lo que hace. Otra cosa es que el PP deba explicar ante la sociedad por qué antes tenía una actitud y ahora otra, pero esto no me incumbe. También me parecen lógicas las actitudes contrarias a la decisión del Gobierno. La del PNV la encuentro honesta y coherente, porque éste es un problema que afecta profundamente al País Vasco. No comparto la actitud de IU, que es la del desgaste por el desgaste.
P. Debió de pesar, quizá, la conocida posición de Jordi Pujol de que después de las elecciones, debía haber un cambio de clima político.
R. Aquella filosofía era tan lógica como lo es el cambio de actitud del PP. Uno de los problemas de la democracia española era que el principal partido de la oposición no había tenido responsabilidades de gobierno. En países con madurez democrática, en los que el socialismo ha estado gobernando y la derecha liberal o la democracia cristiana también, no se produce este tipo de debate. Nunca más el PP podrá mantener ciertas actitudes que defendía desde la oposición. El cambio en el PP hemos de considerarlo positivo. Para el Partido Popular, para la democracia y para la sociedad.
P. Unió, a través de encuestas periódicas, tiene un especial interés en conocer cómo la sitúa la opinión pública en el espectro político. ¿Se ha detectado algún cambio en la percepción de la ciudadanía después del pacto con el PP?
R. No tengo los datos todavía. Pero quiero hacer una reflexión al margen del acuerdo con el PP, porque corresponde a los últimos tres o cuatro años. Unió está más a la derecha, a los ojos de la opinión pública, de lo que realmente le corresponde. Y hemos de hacer un gran esfuerzo para remarcar la centralidad de nuestro proyecto y para poder recordar y destacar el contenido social de nuestro proyecto, que lo tiene. Lo que pasa es que a nuestra sociedad los debates sobre nuevas ideas le cuesta digerirlos, y, especialmente en el terreno económico, son juzgadas como antisociales. Y Unió ha sido víctima.
P. Tanto Convergencia como Unió celebran sus congresos este otoño, justo cuando se estarán aplicando buena parte de los acuerdos con los populares. ¿Qué balance del pacto espera presentar a sus bases?
R. En primer lugar, el pacto con el PP ha garantizado estabilidad política. La primera obligación de un político es generar confianza, y no se genera confianza si no hay estabilidad. Éste es el primer activo del pacto. En estos momentos hay mucha más confianza que hace un año, el país cree mucho más en sí mismo que hace un año; en este momento hay mucha más estabilidad política y tranquilidad que hace un año. Segundo, debemos esperar que se consoliden los datos económicos que en los últimos meses, y en el último trimestre en particular, se presentan positivos. Es evidente que el empleo, por ejemplo, evoluciona positivamente. Es cierto que hay una razón anterior al actual periodo de colaboración con el PP, y de la cual nosotros también somos corresponsables, que es la reforma laboral, pero también es verdad que el clima de confianza política permite una actividad económica superior. Los Presupuestos deberán ser una prueba de fuego para expresar que gobernar con el PP nos permite realmente tomar el carro de la hora europea. Y tendremos la oportunidad de explicar a nuestros militantes que en el tema autonómico hemos avanzado en pocos meses más de lo que lo hicimos con el partido socialista. Espero tener activos suficientes para que el congreso pueda revalidar el pacto.
P. En julio habló de la necesidad de poner al día el nacionalismo y sus bases ideológicas, y se armó la marimorena con sus socios de, Convergéncia. ¿Le interpretaron mal o cree que hay quien piensa que los principios son inamovibles?
R. De entrada hubo una mala interpretación, inducida por una presentación periodística exagerada, pero no puedo continuar pensando en una mala interpretación cuando, una vez leído el texto completo de mi intervención, se continúa criticando. No sé si es porque hay gente que considera que los principios son inamovibles ni me interesa. Yo me reafirmo, a partir de mis convicciones nacionalistas, en que el nacionalismo catalán tiene fundamentalmente una raíz cultural, y en que la cultura y la lengua son su nervio y alma fundamental, a partir de todo eso defiendo una renovación permanente. Y aún defiendo una segunda idea: esa renovación permanente no debe hacerse únicamente desde un partido político y desde una determinada concepción del nacionalismo como puede ser la de Unió, sino que debe hacerse desde una casa común, buscando los denominadores comunes que en este terreno existen entre la mayor parte de las fuerzas políticas catalanas.
P. ¿Y en qué debe consistir esa renovación permanente?
R. La lengua, que es la mía desde que nací, y la defiendo como nervio sustancial y raíz de mi nacionalismo, no es elemento suficiente para llegar a los seis millones de ciudadanos de Cataluña ni para atraerles a la causa nacional. Yo pertenezco a un nacionalismo que gobierna y por tanto me siento responsable y me atribuyo, como Convergéncia, toda la obra de gobierno. Y se ha hecho, y mucho, en el terreno social. Lo que digo es que se puede y se debe hacer más. Yo sé que a algunos ciudadanos los puedo convertir más a la causa nacional con una administración ejemplar, con una política social o a favor de la familia diferente en Cataluña a la del resto del Estado que con la lengua. Y sé que después, a lo mejor, se sentirán muy orgullosos de formar parte de esta comunidad nacional y a lo mejor la lengua que ahora, por las razones que sean, no aprenden, después la aprenderán. Eso puede ayudamos a la necesaria normalización de la lengua. No es una renuncia a nada. Además, debemos evitar aparecer sólo ante la opinión pública como reivindicadores de la causa nacional. Ésta debe ser prioritaria, pero no única.
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