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FASE PREVIA DEL MUNDIAL DE FRANCIA 98

Las Islas Feroe resisten más de la cuenta

España resolvió con goleada un partido que tardó más de una hora en ponerse de cara

Decididamente se trataba de un rival flojo. Cargado de entusiasmo, generoso en el esfuerzo e incluso condimentado con ciertas dosis de osadía, pero flojo. El equipo de las Islas Feroe enseñó goteras por todos lados: inocencia, fragilidad defensiva, ningún criterio, escasa técnica, nada de oficio... Un adversario preparado para la derrota, para la goleada, pero que resistió de pie más de la cuenta. Sólo con el 1-2, pasada la hora de partido, aceptó la rendición. Y fue entonces cuando España, agarrada a la explosión de Alfonso, pudo dedicarse por entero a la goleada. Y a liquidar con holgura un estreno que le preocupaba.Era un partido para meterle mano por abajo, para romperlo con una pared, tres o cuatro toques rasos a la primera, un pase al hueco o algo así. Pero estas cosas no encajan demasiado con el libreto del seleccionador. Clemente prefiere las llegadas por banda a la carrera y los bombeos de balón sobre el área desde allí. También podía valer, aunque si los feroeses no hacían mal algo era precisa mente contrarrestar la munición aérea.

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Podía valer, porque en realidad España debió descorchar la reunión mucho antes de que se decidiera de una vez a trazar una combinación por el suelo. Los globos desde los laterales construyeron el número suficiente. de ocasiones como para agujerear al guardameta Knudsen, que salió sin su gorrito de lana y sin su borla (Simonsen, el preparador feroés, ha conseguido convencerle de que su costumbre no era demasiado seria y de que, pese a su teoría, en realidad tampoco le garantiza protección contra los golpes) y que se lució en alguna que otra palomita. Kiko, Luis Enrique, Hierro, Sergi, Pizzi... todos gozaron de su oportunidad para marcar. Y cada uno tiró la suya a la papelera.

Hasta que Guardiola, ese jugador sobrado de clase que, según Clemente, ahora ya curra, se decidió a bajar por una vez el balón. Y a ras de suelo se lo entregó a Kiko, que tocó para Luis Enrique, que se lo devolvió de primera a Kiko, quien a su vez volvió a cedérselo a Luis Enrique. Conclusión: la defensa feroesa echa un lío y sus pegajosos marcajes individuales desarmados de un plumazo. Gol.

Aunque con 37 minutos de retraso, llegaba el gol. España se sacudió las manos y se dijo: problema resuelto. Reza el tópico futbolístico en estos casos que lo difícil ante contrarios de esta envergadura es conseguir el primer gol, pero que una vez realizado, el enemigo se deshace. Y convencido de la validez de esta teoría se marcó el grupo de Clemente al descanso. Pero no, esta vez no.

Nada más arrancar la segunda parte, como por sorpresa, Todi Jonson, uno de los dos profesionales del equipo feroés, militante de la Liga danesa y a quien ya señalaban los lugareños como el mejor de sus futbolistas, se plantó delante de Zubizarreta (ya son 111 los encuentros del guardameta vasco con la selección) y, le superó por bajo. Las Islas Feroe cumplían con su estadística: habían marcado siempre un gol en sus encuentros de esta fase. Ante Yugoslavia (3-1) y ante Eslovaquia (1-2).

El tanto de Todi Jonson puso a hervir un graderío que vivió la cita con toda la pasión del mundo. Si en la primera parte, con el 0-0 en el marcador, a los aficionados feroeses les bastaba con que sus jugadores -electricista uno, carpintero otro, mecánico el de más allá ganaran un salto de cabeza en el centro del campo para explotar de júbilo, con el gol aquello cobró tintes de gesta nacional. La gente lo celebraba con fervor.

Pese al golpe bajo, doloroso se mire por donde se mire, España no dejó levantarse a su rival. Reaccionó con diligencia al contratiempo y se lanzó con decisión a la caza de un nuevo tanto. Por el camino de Clemente, eso sí: las llegadas aceleradas por los laterales y los globos sobre el área desde allí. Y con esa fórmula España se volvió a reconciliar con el marcador. Después de un cuarto de hora de incertidumbre.

Llegó el primer gol de Alfonso y España inició el despegue. Las Islas Feroes bajaron entonces los brazos, convencidos ya de que una nueva sorpresa era imposible. Y los de Clemente se tiraron en plancha hacia la goleada. La aparición de Alfonso resultó del todo decisiva: supo descubrirse un sitio entre la defensa feroesa, acomodarse con pericia entre sus marcajes individuales y expulsar con rabia todo el gol que lleva dentro, que es. mucho. A su costa llegó la goleada soñada. Y a una velocidad endemoniada, a todo trapo.

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