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Tribuna:HOGUERAS DE AGOSTO
Tribuna
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Marea baja

Fiesta flamenca para Isabel Preysler, la Macarena alicatada que nos honra con su visita

En un día como hoy, Palma aparece invadida por la niebla, y de todos los puntos de la isla llega gente impelida por la marea, gente que no tiene nada que hacer cerca del mar, sin sol ni necesidad de crema protectora. Como presas de una angustia sin tiempo ni medida, una angustia más inteligente que ellos, los veraneantes se echan a la ciudad como lampreas sacadas de improviso a la luz, como salmones sin agua que siguen remontando absurdamente el aire. Entonces, el Borne y la Rambla parecen un lecho sembrado de pintorescos detritus después de la marea baja. Y así, como una caracola, un culo de botella o un mensaje sin dueño, se tangibiliza Marta Chávarri en la ciudad, rostro tristón, cabeza desganada reclinada en asiento contiguo al conductor de uno de esos coches de pijos que están cubiertos de polvo sólo por haber corrido a 100 kilómetros por hora por los caminos rurales, costumbre foránea que los nativos detestan, para ir de casa al embarcadero y del embarcadero a casa. Doña Marta parecía triste; ¿no la complació la noche anterior el señor Junot, que según dicen sólo vino a la isla para reunirse con su nuevo amor, o no la complacían las tiendas sobre las que se aprestaba a caer, de shopping-tratamiento, que es lo que, al fin y al cabo, hacemos todas en momentos de depresión?La verdad es que la hice poco caso, porque a esa hora yo iba barruntando acerca del proceloso futuro y de lo que un día tan gris me daba en contra. Había despertado con José Bono en la radio, sin duda ciego de cafés con leche, porque estuvo en especial obtuso con el accidente de Repsol, algo así como: en un momento tan doloroso para las, familias como éste no me quiero detener a examinar estadísticas (el periodista de la SER acababa de preguntarle por qué este país es tan nefasto en materia de accidentes laborales, el que más, en proporción a nuestra producción). Pero Bono María se fue, cantando alegre en la playa, du-dú, du-dú, i du-dú, duá, y me quedé con las ganas de llamar a la emisora para recomendarle al presidente! de Castilla-La Mancha un logopeda y un psicólogo que den un poco de sentido a su verbo. Qué pereza da volver.

Barruntaba también yo sobre la suerte que han tenido Los del Río, que han sido los únicos españoles que han participado, aunque sea in péctore e in partitucdire, en el congreso demócrata de Chicago, teniendo así chance para elegir al presidente de todos nosotros. Daba gozo ver a los congresistas moviendo los codos al ritmo de Macarena, y a Superman feliz por ello. Como persona que ha pasado por un hospital de traumatología, me solidarizo con cualquier tretapléjico voluntarioso, pero de ahí a decir que la consecución de lo imposible es una cualidad nacional norteamericana... Verán, en los Paralímpicos, ellos, con su densidad de población, su preparación y su mayor confort y funcionalidad en sillas de rueda, han obtenido 157 medallas, mientras que nosotros, que ocupamos como quien dice la extensión de Oklahoma y somos menos, hemos conseguido 106. El afán de superación está al alcance de todos: a condición de que tenga cerca amor, y ayuda.

Pero fueron bonitos los eventos de Chicago, Hillary con su collar de perlas tan, pero tan Carmen Polo, y su ambiciosa mirada tallada en cuarzo. A éstos, como a Dole, se la sudan los pobres. Pero qué bien los usan.

Total, que Macarena sonó anoche, si los rumores que permanecieron en Palma una vez retirada la marea no me cuenten. Hubo tremenda fiesta flamenca en Es Canyar, al parecer en honor de Los del Río, en honor de lo más granado, financieramente hablando, de la isla. Y en honor, sobre todo, de la más Macarena de las vírgenes de cerámica hasta el techo que han dado las Filipinas, madame de Porce-Boyer, o sea, Isabel Preysler. Ejerce de anfitriona Cristina Macaya. Y digo yo: ¿le gustará el flamenco, even light, a Isabel Preysler? Recuerdo una vez que la entrevisté y pasó el rato hablando por teléfono, contando a sus amigas la nueva tapicería del Mercedes del marqués de Cubas.

Claro que, desde entonces, se volvió intelectual.

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