Desorden y castigo
TVE repone 70 capítulos de 'Ley y orden', nominada al premio Emmy, entre la una y las cinco de la madrugada
En seis años, Ley y orden ha cambiado todos y cada uno de los actores de su reparto original. En otros casos este atentado a un principio del éxito -la identificación con la estrella- hubiera acabado con el programa. No ha sido así con este doblete de policiaco y serie judicial que ha vuelto a ser nominada al premio Emmy al lado de poderosos contrincantes como Urgencias, Policías de Nueva York y Expediente X, y que es en la actualidad la segunda serie dramática con mayor permanencia en antena. Sin embargo, TVE-1 está emitiendo los cerca de 70 capítulos de los que posee los derechos en un horario infame, entre la una y las cinco de la madrugada. (Aviso para quienes quieran grabar esta inteligente serie: casi nunca empieza a la hora anunciada, sino unos 40 minutos de promedio más tarde).Y todo ello a pesar -o tal vez por eso- del prestigio de la serie. En Ley y orden la estrella es el programa, sus historias. Un caso por día bajo la forma de un atestado deliberadamente desdramatizado y lacónico, no siempre políticamente correcto, y sin incursión. en la vida privada de sus personajes, como exigiría esa otra ley sagrada del policiaco blues de la escuela Bochco. Hay algo en Ley y orden de retorno a los ascéticos orígenes de un género ganado en los últimos tiempos para el melodrama. La serie debutó (septiembre, 1990) poco después de que Warner hiciera una exitosa adaptación al cine de ese fenómeno de culto de los cincuenta que es Dragnet, el referente más evidente de Ley y orden. De ahí procede su sobria puesta en escena.Lo que más distingue a Ley y orden es el atento seguimiento de los procedimientos policial y judicial y la deliberada instrumentalización de sus personajes. Alusiones pescadas al vuelo apenas nos informan de estos policías y fiscales fuera del trabajo, justo al contrario de esos otros policías de Hill Street, cuyas vidas privadas dominan la historia. Se explica así el baile sin traumas de actores desde los que estuvieron -Michael Monarty, Chris Noth, Paul Sorvino, Richard Brooks, George Dzundza, Dan Florek, Jill Hennessy- a los que quedan en la actualidad en Estados Unidos, a punto de iniciar su séptima temporada en la cadena NBC -Sam Waterston, Jerry Orbach, Steven Hill, S. Epatha Mrkerson, Benjamín Bratt, Elizabeth McCormick-. Michael Moriarty (el sensato ayudante del fiscal en la ficción) varias veces nominado al Emmy abandonó -se dice que por presiones de la cadena- después de enfrentarse duramente a la fiscal general Janet Reno y a su campaña contra la violencia en televisión en 1993 que tildó de McCarthismo.
Ley y orden milita en ese grupo de policíacos de los noventa que en aras del realismo ofrece una visión desencantada y no exenta de cinismo de las instituciones, sobre todo de ese pilar de la vida americana que es el sistema judicial. La efectividad de la detención del culpable en la primera parte -policías a los que no les importa engañar al sospechoso si es necesario no siempre se repite en la corte. Se denuncia la demagogia manipuladora de jurados, los tratos fraudulentos, el mercado de intereses, la corrupción... Aunque el sistema, pese a sus injusticias, siempre es al final el mal menor contra el caos.
Las historias de Ley y orden se pegan a los titulares, pero con otro ánimo que el de los reconfortantes telefilmes. Se moja más con delicados temas y cuestiona la bandera de la corrección política, como el racismo, el antagonismo entre minorías, el sexismo, los conflictos de clase, las nuevas mafias rusas o hispanas.Temas duros de pelar como la confrontación entre negros y judíos, o la herencia de Malcolm X. O menores, pero indigestos, como el que abordó hace muy poco sobre el abuso violento de un hijo desclasado victimizando a un indefenso e intimidado padre ante el silencio culpable de la madre. En un telefilme se le hubiera encontrado explicación psicoanalítica. Aquí la psiquiatra se limita a detectar la ira que esconde el muchacho: "Como para hacer estallar por los aires este juzgado". Ley y orden se limita a decir: "Esto ocurre". Y punto y final.
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