Karak, ciudad cerrada
"Nadie entra, nadie sale". Los soldados que bloquean todo acceso a la ciudad medieval de Karak cumplen las órdenes del Gobierno jordano al pie de la letra. Los únicos vehículos visibles en el sinuoso trayecto montañoso son jeeps y camiones del Ejército. Llevan refuerzos y pertrechos a las tropas que han tomado las calles de Karak, Tafilé y Maan, los tres centros de la revuelta del pan, que el rey Hussein insiste en no atribuir al tremendo descontento que agita el país. La razón inmediata de la protesta es la más que duplicación del precio de esta materia básica de consumo. Para el monarca hachemí, sin embargo, los disturbios se deben a una "mano extranjera", que se identifica como Irak. Tropas y policías mantenían ayer el control de las calles de Karak tras dos días de disturbios en los que, según algunas fuentes, se registraron más de 10 heridos. La imposición del toque de queda y la total militarización de la ciudad, situada a un centenar de kilómetros de la capital, Ammán, impedían verificar los escuetos informes que se filtran a través de llamadas telefónicas. Son datos a menudo contradictorios, pero de ellos se puede deducir que, no obstante el impresionante despliegue policial, los manifestantes continúan desafiando a las fuerzas de seguridad a pedrada limpia.
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