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Reportaje:

Caballos en la noche

Las veladas del hipódromo atraen a miles de madrileños

Ojos negros muy abiertos. Manos gordezuelas asidas de su sillita de ruedas. Javier es, con nueve meses, el más joven asistente a la velada. Otros niños, mayores, cruzan frente a Javier y le retuercen los mofletes. Pero él no llora. Sus ojos sorprendidos han quedado fijos al distinguir a lo lejos, bajo la luz de potentes focos, el lomo de su animal favorito.El pequeño Javier es el benjamín de los aficionados madrileños a las carreras nocturnas de caballos que, cada sábado y hasta primeros de septiembre, contemplan unos pocos niños y varios miles de adultos entusiastas, en el hipódromo madrileño de La Zarzuela. Desde una balconada abierta entre gradas, el hipódromo muestra su suelo tapizado de césped, del que surge la frescura honda de su reciente riego. Sobre el verde, la gente pasea sin calor y sin prisa, a la espera de la primera prueba.

Un señor con traje oscuro y corbata punteada, al lado de una joven con atrevido top y pantalón corto, lee con avidez un papel verde. Cuenta los pormenores de las cinco carreras: relación de jockeys, caballeros con pesos de entre 47 y 62 kilogramos, huesudos y de altura inferior a la grupa de sus monturas; caballos de apodos como Mago, Ainoha Shangai o Zalatroun; cuadras y premios. Todo invita a la apuesta. Se trata de poner bridas al azar, para trasformarlo en fortuna. Basta con cuarenta duros. "Por 200 pesetas", dice un locutor desde una macropantalla "un ciudadano ganó la pasada semana la bonita cifra de 285.000 pesetas".

Entonces, todo enmudece. Se cierran las ventanillas de apuestas y los altavoces anuncian con fuerza: "Los caballos ya están sobre la pista". La carrera ha comenzado. Una oleada dé emoción avanza con ellos en su galope. Los asistentes no pueden permanecer sentados. Se yerguen. Los caballos cruzan enfrente de la tribuna. Relucen las chaquetas satinadas de colores vivos o arlequinados de sus jinetes. Las fustas restallan bajo los grandes faros. Medio cuerpo sólo. El ganador pasa la meta de largo y se pierde en la noche. Luego regresará exhausto, pero feliz, con la esperanza en la buena bolsa y en el buen pienso para su montura. Crines y seda despiertan el embeleso en algunas damas. Algunos caballeros se ensimisman en los cuartos traseros de los équidos.

¡Bravo!, grita un muchacho que aventa un papelillo blanco de apuestas: acaba de ingresar unos miles de pesetas. ¡Qué desastre, Amparito!, farfulla un señor maduro, que hace trizas su boleto. Mientras, el pequeño Javier se arrellana en su silla, se rasca la orejilla y ensaya una cabezada. Rueda hacia la salida impulsado por su padre. Pero los jóvenes más marchosos comienzan ahora su fiesta con una música rascadora que estremece. La atmósfera regala frescura. Más arriba, Madrid intenta dormir una noche que, en el hipódromo, acaba de comenzar.

Carreras nocturnas. Hipódromo de La Zarzuela. Carretera de La Coruña. Autobuses gratis desde Moncloa. 500 pts. Menores de 16 años, 200 pts.

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