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Los Juegos siguen, pero marcados para siempre

"Atlanta ha respondido. Su gente, los voluntarios, están teniendo un comportamiento ejemplar", dijo ayer Billy Payne, el abrumado presidente del comité organizador (ACOG). "Doy también las gracias al Comité Olímpico Internacional, a sus miembros, por el apoyo y por la decisión de que los Juegos sigan"'. El abogado-predicador está haciendo de tripas corazón tras el atentado de la madrugada del sábado que costó la vida a dos personas, hirió a 110 y tocó definitivamente la línea de flotación de unos Juegos Olímpicos marcados ya para la historia por el desastre y la tragedia.

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Una tensa calma domina el panorama de los Juegos. Oficialmente se quiere transmitir tranquilidad y ánimo a todos, a la vez que se agradece los esfuerzos de los más implicados en la organización. Pero en el ambiente pesa que aún quedan siete días de Juegos y cualquier cosa puede pasar.El FBI ha desplazado a la ciudad a un verdadero ejército, con lo que pueden ser ya más de 50.000 los miembros de las fuerzas de seguridad de todo tipo que han tomado Atlanta. Todos los indicios siguen apuntando a que detrás del hecho está la ultraderecha norteamericana, la misma responsable del sangriento atentado de hace dos años en el edificio federal de Oklahoma, y donde murieron 168 personas.

La llamada de una persona con las características de un hombre norteamericano blanco al 911, el número telefónico de avisos a la Policía, los bomberos y las ambulancias, es la pista más fiable que tiene el FBI. Dicha llamada se hizo desde un teléfono público en una de las calles cercanas al Parque del Centenario, donde se produjo la explosión durante el concierto de Jack Mack y el grupo Ataques al Corazón. Sarcástico nombre, pues uno de los muertos, el cámara de la televisión turca Melih Unzuyol, falleció de un fallo cardiaco por la impresión.

Al parecer, tres bombas más fueron detectadas en el mismo parque, pero la cuarta no dio tiempo. Las críticas sobre los errores en la seguridad se suceden. Aunque nadie discute que una bomba se puede poner con cierta facilidad en cualquier lado y más aún en un recinto público donde se mueven miles de personas, dos puntos concretos se suman a los muchos errores cometidos por la organización. Primero, que el Parque del Centenario sea el único lugar de diversión y además esté situado en el mismo corazón de los Juegos, con lo que cualquier problema se agranda inmediatamente hasta límites insospechados. Y segundo, aún más importante, que si se decice tenerlo ahí, las medidas de seguridad tenían que haber sido mucho mayores. El ACOG sabía, como el FBI, el presidente Clinton y cualquiera con sentido común, que Estados Unidos es un blanco apetecido por muchos enemigos y que los Juegos son una caja de resonancia inmensa.

El Comité Olímpico Interncional, a través de su comision de evaluación, se había cansado de pedir unas medidas de seguridad extraordinarias y coordinadas. Pero el ACOG, como en la mayoría de los asuntos, escuchaba y al final obraba con la prepotencia habitual de este país. Lo ha hecho incluso una vez comenzados los Juegos, día a día, cuando los problemas se han ido sucediendo. Mientras en las instalaciones, los hoteles y los centros de prensa se perdía literalmente el tiempo con cacheos y registros a las personas acreditadas con un número exagerado de policías, apenas se veía a alguno mientras se cruzaba el parque del Centenario hacia el Congress Center, el Omni o el Georgia Dome. La única vigilancia y la pesadez absurda de dar tres vueltas para entrar por una puerta justamente al lado de otra entre varios vigilantes al acecho, se producía exclusivamente en las entradas y en cada pasillo interior como sino se hubiera pasado ya por los controles anteriores.

Las nuevas medidas de seguridad han cambiado a petición del COI y se facilita más el movimiento a quienes están acreditados. Samaranch amenazó literalmente a Billy Payne. Los Juegos siguen, pero la apuesta por continuar firmes tiene que ser a cambio de hacer caso de una vez a quien sabe de esto, le llegó a decir, según fuentes muy cercanas al presidente del COI. Las relaciones son cada vez más tensas entre ambos, porque Samaranch se ha hartado de con fiar en tina organización que sólo aspíra al mal menor de acabar los Juegos sin más años.

Tanto Billy Payne como el alcalde de la ciudad, Bill Campell, se llenaban la boca de elogios a sus conciudadanos, en realidad lo único que políticamente les importa. Dejar una buena imagen personal y doméstica, aunque en el mundo sea desastrosa e irreparable (pero qué le importa al mundo), y que no les cueste la aventura ni un solo dólar para que no peligre su tarjeta de crédito, lo básico en este país.

Mientras tanto, el FBI ha facilitado uno de los números gratuitos, el 905 1514 para que os ciudadanos con alguna pista lamen. Tampoco lo tienen muy claro.

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