Bailey, el hombre más rápido en 100 metros
El canadiense, con un registro de 9,84s, es un campeón atípico que además sufre una lesión crónica en la cadera
Un irresistible ataque dio la victoria y el récord mundial a Donovan Bailey en los 100 metros, cuya final mereció una crónica de sucesos. Tres salidas nulas, la exclusión de Christie, la negativa del campeón británico a abandonar la pista, la demora que afectó a unos más que a otros -Frankie Fredericks salió especialmente perjudicado-, los abucheos en el estadio, pero la carrera estaba destinada al récord del mundo. ¿De quién? Se apuntaba a Fredericks y quizá al joven Ato Boldon. Los dos habían dominado las series con tanta autoridad que era difícil pensar en otro candidato. Pero cuando cuenta, hay que atender a Bailey, que ofrece su mejor versión en los grandes acontecimientos. Finalmente fue Bailey, un producto de la inagotable cantera de velocistas caribeños, casi todos transplantados por necesidades económicas a otras latitudes.Había un pálpito de récord del mundo. Todas las condiciones estaban reunidas para que algún atleta se acercara a los límites de Ben Johnson, los célebres 9,83s del Mundial de Roma 87 o los increíbles 9,79s de Seúl 88, tan increíbles que atufaban a anabolizantes.No sé sabe muy bien de que madera están hechos ahora los velocistas y de qué sustancias se aprovisionan, si es que lo hacen, pero la nómina de la final de Atlanta daba para pensar en una marca histórica. Casi al trote, Frankie Fredericks había registrado 9,93 y 9,95s en las rondas anteriores. Sin aparente esfuerzo, Ato Boldon había corrido en 9,95. Y el resto disponía de la calidad para acercarse al récord del mundo en cualquier momento. Por ejemplo, Christie, que ha tenido la costumbre de bajar de diez segundos en los Juegos Olímpicos y Campeonatos del Mundo. El resto de las competiciones le parece calderilla.Christie fue el protagonista de la crónica de sucesos. Cometió una salida nula, se produjo una segunda, esta vez de Boldon, y una tercera, en la que Christie volvió a repetir. Todas en el límite de lo legal, se diría que inapreciables para el oído humano. Cuando se le comunicó su descalificación, Christie se encolerizó y mantuvo que no había cometido ninguna irregularidad. Pero su tiempo de reacción a la salida fue menor -0,086 segundos concretamente- a las 100 milésimas (0,086s concretamente) que separa una salida legal de otra antirreglamentaria. El jaleo fue considerable. Christie, que quería despedirse del atletismo con otra hazaña, tiró la bandera roja que anunciaba su descalificación.
"Dificilmente veo nada negativo en mi competición, pero la reacción de Christie fue muy inmadura. Su actitud resultó antideportiva. Pero me imagino que la gente comete esta clase de estupideces bajo presión", declaró después Marsh. Se hacía evidente que las tres salidas nulas y el motín de Christie perjudicarían a la carrera.Fredericks salió más afectado que nadie del incidente. Bailey, no. Bailey es un tipo despreocupado, sonriente, ajeno a las tensiones. Se divierte con su trabajo. Y, por supuesto, es un atleta verdaderamente competitivo, de los que sacan lo mejor de su talento en los grandes campeonatos. Por eso ganó el Mundial el pasado año; por eso ganó la final en Atlanta. Pero lo más notable es que aparentemente no hay nada en Bailey que remita a ninguno de los campeones anteriores. No dispone del físico imponente de Christie, ni de la fabulosa puesta en acción de Ben Johnson -con el que comparte su origen jamaicano y la nacionalidad canadiense-, ni de la estampa larga de Lewis. Ni tan siquiera es un perfeccionista. Un desorden neurológico en su cadera le obliga a tirar una moneda al aire en cada carrera. Ahora la corre en 48 zancadas, ahora en 52.Pero a Bailey le sobra clase. De nuevo volvió a hacer una salida discreta. Lo mismo que Fredericks, que no pudo entrar en la carrera con la fluidez que acostumbra. Por delante, Boldon, cuya progresión obliga a pensar en un futuro plusmarquista mundial. Era el más joven de los finalistas, con 22 años, y no pudo resistir la fantástica reacción de Bailey.Con una combinación de frecuencia y zancada, Bailey llegó como un huracán. Superó a Boldon, aguantó a Fredericks, destrozó a los estadounidenses y batió el récord del mundo. No llegó a los límites de Ben Johnson, pero se aproximó. En una final menos conflictiva, hubiera sido diferente. Se habría vuelto a la era Johnson.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.