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El motin de las tribus pequeñas

Bélgica, Holanda y Núeva Zelanda rompen la hegemonía de las grandes potencias

Santiago Segurola

SANTIAGO SEGUROLA Se amotinan las tribus pequeñas. Se sublevan contra las grandes potencias que han dominado la natación, durante décadas. Es la rebelión de países como Bélgica, Irlanda o Nueva Zelanda, que nunca habían ganado una medalla de oro en la piscina. Incluso Suráfrica, ausente entre 1964 y 1992 de los Juegos Olímpicos, se añadió al motín con el récord mundial que estableció ayer Penny Heyns en los 100 metros brazas. Decididamente la natación se ha democratizado o fragmentado hasta tal extremo que cada vez son más frecuentes los héroes de ninguna parte.

La imagen de la apertura era Michelle Smith, vencedora de la final de 400 metros estilos. Pecosa y pelirroja, como buena irlandesa, Smith dio el sábado un día de gloria a su pequeño país. Ninguna mujer de Irlanda había ganado nunca una medalla de oro en los Juegos Olímpicos. Pero Smith impuso su determinación, la determinación de una nadadora que ha tenido que sobreponerse a la falta de tradición de su país en las piscinas.

El origen del cambio en su carrera está en su marido y entrenador, el holandés Erik de Bruin, un antiguo lanzador de disco que estuvo entre los mejores del mundo en los 80. Cuando cayó Ben Johnson, cayeron las marcas y muchos de los lanzadores que dominaban los rankings. De Bruin fue uno de ellos. Dio positivo por anabolizantes en un control antidopaje y no pudo participar en los Juegos de Barcelona. El sábado se sintió reivindicado. Había dirigido a su mujer a la victoria en los Juegos.

Michelle Smith acabó con el reinado de la divina Egerszegi, la mujer que representa a otro país pequeño, pero con una escuela gloriosa. La nadadora húngara, que cuenta con cuatro medallas de oro en su historial olímpico, sólo pudo alcanzar la tercer posición. Todavía mantiene su clase, incomparable, pero probablemente ha perdido la ambición de sus primeros años, cuando nadie, ni chinas, ni norteamericanas, ni australianas, podía acercarse a sus tiempos en la especialidad de espalda.

Casi todas las historial de la primera jornada fueron similares. Pequeños países que sorprendieron a los gigantes de la natación. Incluso el triunfo de la Jingy Le, cuyo dominio en las distancias cortas es incontestable desde hace dos años, quedó ensombrecido por el batacazo de las nadadoras chinas. En los Campeonatos del Mundo de Roma 94, las chinas conquistaron 14 de las 16 pruebas, un huracán de victorias que no tendrá continuación en Atlanta.

Las chinas han regresado de Marte al mundo real. Son humanas. Ganan un poco y pierden mucho, como todos los países. Ninguna ole sus nadadoras consiguió, ayer un puesto en las finales de 200 metros libres y 100 braza -,Por lo visto, los tiempos han cambiado y es la hora de las aventuras individuales, de gente como el belga Fred Deburghraeve, que ha surgido en un ambiente poco propicio, para producir campeones. Generalmente se entrena sólo en su club, dirigido por teléfono por su entrenador, Ronald Gaastra, que vive a 75 kilómetros del pequeño pueblo donde vive el campeón olímpico.

Y lo mismo ocurre con el neozelandés Danyon Loader, un nadador conocido en el circuito internacional, pero representante de una nación que. no tiene ningún otro candidato a las medallas, y posiblemente a entrar entre los finalistas. Loader ganó los 200 metros por delante del tradicional ejército de australianos y estadounidenses. Estados Unidos consiguió tres medallas -Ángel Martino en 100 libres, Allison Wagner en 400 estilos y el magnífico Jeremy Lynn en los 1 00 metros braza-, pero salió de la primera jornada sin ninguna victoria, lo mismo que Australia. Para Rusia fue peor. Hace cuatro años, en Barcelona 92, afilaron un equipo que dominó las pruebas dé 50, 100, 200 y 400 metros libres, patrimonio habitual de los norteamericanos. Les queda el. gran Popov y Dennis Pankratov. La época de los grandes bloques ha pasado. Es la hora de los individuos.

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