_
_
_
_

La, soledad de Cristina

Àngels Piñol

"Otra vez el mismo juez. El que ya me fastidió en Múnich". Eso debió pensar Cristina Antolín, de 22 años, la primera deportista que abrió la participación española en Atlanta. Cristina participó en la modalidad de carabina y no tuvo mucha suerte. Falló más de la cuenta en las primeras series y con 386 puntos sobre 400 -su último registro superaba el 395- no pasó a la final. El oro fue para la polaca Renata Mauer, que,desbancó en el último instante a Petra Horneber.Cristina se había entrenado varios días en esta galería de arte, un pabellón con un pequeño anfiteatro para los especiadores, de- Wolf Creeck Shooting Complex. Y lo hizo bajo la supervisión teórica de los jueces de la competición. Nadie le había llamado nunca la atención en los ensayos de si se apoyaba con la dura chaqueta sobre la carabina. Una irregularidad primero se avisa, luego supone tarjeta amarilla y por último la expulsión. El juez inglés quiso directamente amonestarla, aunque otro cuba no logró disuadirle. El episodio aumentó aún más los nervios de la tiradora, subcampeona del mundo en Cuba en 1995 y subcampeona de Europa junior en el 92, que debutaba en unos Juegos. No hubo reclamación.

El día empezó muy pronto y con tensión. Cristina no asistió ni a la ceremonia olímpica y ni tan siquiera la vio por televisión. "Yo, a las once ya dormía", explicaría más tarde. "Por cierto, me han dicho que la inauguración no estuvo muy bien. Algo me han contado de que fue una copia de Barcelona". Tras sufrir' graves problemas para trasladarse desde la Villa Olímpica hasta la subsede de tiro -los trenes no funcionaban-, Cristina empezó a disparar a, las nueve de la mañana. No hubo mucha gente viendo como competía: el seleccionador, un técnico y el presidente de la federación. Este es un deporte para atletas curtidós: pocos consuelos y alguna recriminación tras no poder alcanzar el podio. La deportista sacó coraje para presenciar en directo la final que no alcanzó. Sufrió por el descalabro de la alemana Horneber y se alegró del éxito de su amiga Alexandra. Cuatro años de esfuerzo se evaporaron en una hora y alguna lágrima. Tras llamar por teléfono a, su padre y entrenador, suspiró: "Me hubiera gustado que estuviera aquí. No pasa nada. Esto, mañana, se me pasa".

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_