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Reportaje:

'San Mandela' llega a Londres

Ocho universidades británicas pugnan por ofrecer títulos honorarios al presidente surafricano

"Es como el abuelo que todos hubiéramos querido tener", decía un sesudo editorialista británico refiriéndose a. Nelson Mandela, el presidente de la nueva Suráfrica que aterrizó ayer en Londres para iniciar una histórica visita oficial al Reino Unido. La frágil figura de Mandela, que este mes cumple 78 años y acaba de anunciar que no se presentará a la reelección en 1999, ejerce una fascinación sin límites en los ambientes periodísticos, académicos y políticos del Reino Unido, que vivió intensamente el fin del apartheid. La primera visita oficial del venerado Mandela, provisto de una aureola de santidad política de la que pocos jefes de Estado han disfrutado en la historia, ha sido aprovechada por las fuerzas vivas británicas como una ocasión de oro para rendir homenaje al hombre que tras 27 años de prisión ha sido capaz de dejar atrás la amargura y encabezar un proceso de reconciliación nacional admirable. El viejo mandatario, por su parte, necesita demostraciones de apoyo más prácticas, a la vista de las dificultades económicas y sociales a las que se enfrenta su país.Ajenos a los problemas de la Suráfrica de hoy, los británicos se han dejado arrastrar por un entusiasmo que amenaza con convertir esta visita de Estado en un auténtico carnaval. Para empezar, no es normal que ocho universidades se disputen la cabeza, metafóricamente hablando, de este discreto anciano. Tantas que, finalmente, los títulos honorarios le serán impuestos a Mandela en una ceremonia conjunta en los jardines de Buckingham Palace, residencia oficial de la reina Isabel II.

La oficina del lord Chamberlain encargada de poner en marcha tan compleja operación protocolaria ha decidido salomónicamente que los honores le serán impuestos al presidente por orden de antigüedad de los centros universitarios. Una justa decisión que coloca a Oxford, cuyos orígenes se remontan al 1096, en posición de salida, seguida por Cambridge, Londres y Bristol. La de Montfort, fundada en una fecha tan reciente como 1993, será la última en la lista.

Además de rendirse a la pompa social y académica, Mandela tendrá tiempo para protagonizar actos sencillos, aunque a horas inesperadas. Algún periódico recomendaba a los muchos admiradores del presidente surafricano que madrugaran si querían tener el privilegio de contemplar a su ídolo en directo. Dentro del apretado y multitudinario programa de Mandela en Londres, el presidente tiene previsto plantar un simbólico árbol en el parque de Saint James mañana a las 7.30.

"Me encontraré muy a gusto en Inglaterra, donde viven algunos de mis mejores amigos", declaró a la televisión británica en vísperas de su llegada a Londres. Entre esas amistades figura la propia Isabel II, que ya rindió homenaje la líder surafricano con una visita oficial a su país. Su hijo y heredero, el príncipe Carlos, es al parecer otro de los "íntimos" de Mandela y acompañará al venerado presidente por las arriesgadas calles de Brixton, un distrito habitado mayoritariamente por inmigrantes afrocaribeños y surafricanos, donde los índices de paro y delincuencia sobrepasan ampliamente a la media londinense.

El programa de Mandela, que viaja acompañado por una de sus hijas, Zenani Mandela-Dlamni, de 38 años, y por un séquito que incluye a su vicepresidente, Thabo Mbeki, es apretado también en la esfera política. El presidente surafricano se entrevistará, además de con el primer ministro, John Major, con los líderes de la oposición y con los hombres de negocios británicos, a los que espera arrancar nuevas inversiones para su país. La visita será una ocasión de oro para introducir en las altas esferas del poder a Mbeki, nombrado por Mandela como su sucesor. El traspaso de poderes no será fácil, pero tampoco tan complicado como podría pensarse, porque, según las malas lenguas, hace tiempo que el vicepresidente surafricano ejerce las tareas reales de Mandela, convertido por obra del destino y de los medios de comunicación en una especie de reliquia, un símbolo más que en un verdadero mandatario político. Un símbolo adornado a partir de ahora con ocho nuevos títulos honoris causa, algo que ni siquiera el presidente norteamericano Bill Clinton puede exhibir.

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