Menos mal que no llovió
Lo que ha convertido mi primera etapa en el Tour en algo complicado y peligroso ha sido la gente. Tanto aficionado que se metía en la carretera... Pero, bueno, hemos acabado contentos: hemos hecho nuestro trabajo y no nos hemos caído.Al principio, marchamos muy rápido, con demasiados nervios. Muchos corredores querían ponerse en cabeza y no cabíamos todos. Los sprinters buscaban bonificaciones, también sus equipos, y los que vamos a por la general. Después del primer paso por Den Bosch la cosa se aceleré, más. Se puso a tirar el Ralbobank, un equipo que conoce bien el terreno y las zonas por donde entra viento y que quería intentar el abanico. Pero nosotros estábamos preparados. La mejor forma de evitar sustos es hacer lo que hicimos, pasar también a tirar cuando se hizo el corte de unos 45. Es también lo más cómodo y, además, tiene un efecto psicológico. Marcas tú el ritmo y no dejas a nadie que te pueda incordiar. Cuando se rompió el. grupo eso fue lo único que intentamos -hasta, Miguel pasó a tirar- y no se nos pasó por la cabeza la idea de que eso podía salir adelante.
Los últimos kilómetros han sido menos complicados de lo que parecía, aunque quizás los que iban a cola de' pelotón han sufrido más. Por delante no oíamos otra cosa que los anuncios de caídas. Poco a poco hemos ido dejando nuestro trabajo y nos hemos puesto más cómodos en el centro del pelotón. Y ésa fue la base del corte final, del que le costó nueve: segundos a Rominger.
Hacia el kilómetro 15 de meta, Miguel se relajó y se dejó caer hacia la mitad del grupo. Al verle tranquilo, los demás líderes también se relajaron. Pero cuando quedaban 6 ó 7 kilómetros, entramos en una zona de aire. Miguel, que estaba atento, pudo colocarse enseguida, pero a Tony le pilló enfilado. Hay que tener también suerte, porque hay mucha gente que cuando termina su trabajo en cabeza reduce la marcha y no le importa que se produzca un corte. Y si te pilla delante, te fastidia.
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