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EURO 96

La tropa de Hagi merece un respeto

La selección de Rumanía se juramenta para no regresar a su país de vacio

Ramon Besa

"No podemos regresar a casa con cero puntos". Lo dicen uno, otro y el de más allá, desde el portero hasta el extremo izquierda, del fisioterapeuta al jefe de prensa. Todos. Una vez eliminados, los rumanos apelan al honor para defender su necesidad de ganar hoy a España. El sentimiento patriótico de los rumanos en el fútbol ha sido siempre tan incuestionable que se les acusa de no tener otro club que la selección. Juegan por y para Rumania. No hay ningún otro escaparate mejor para negociar sus contratos personales que el equipo nacional. Y no admiten ninguna broma.Y menos Anghel lordanescu. Nadie le discute nada. Haciendo honor al cargo de general que le concedieron hace medio año, el seleccionador arenga a los periodistas como si fueran soldados. Malhumorado, Iordanescu ofreció ayer una conferencia de prensa para decir que se sienten maltratados por los árbitros -la propia federación ha remitido a la UEFA una carta quejándose por que el árbitro no les concedió un gol legal y un penalti en el partido contra Bulgaria- y dolidos por el menosprecio con que se les pregunta por sus intenciones en el último partido después de perder los dos anteriores por 1-0.

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El cabreo de lordanescu es tan evidente como su honestidad. El fútbol rumano dejó de estar bajo sospecha cuando dimitió como seleccionador por entender que en la Liga se amañaban partidos, y regreso por decisión unánime de federativos y jugadores. Hoy, por tanto, no acepta ni la insinuación de que Rumania, no sólo por su situación sino por el desgaste y desánimo de algunos jugadores, podría ser un convidado de piedra en la clasificación del grupo B.

Y, claro, si lo repite el general no van a desmentirlo los coroneles. Lacatus opina: "Queremos cambiarle la cara al equipo ganando a España". Popescu agrega: "Nos jugamos el prestigio". Y Raducioiu asiente: "Hay que poner a salvo nuestro orgullo".

¿Y Hagi? ¿Qué piensa Hagi? No está en la sala de prensa. Duerme como un lirón a la espera del entrenamiento de la tarde. No hay dudas, sin embargo, sobre él deseo del capitán. Hagi siempre dijo que cuando se pone la camiseta de Rumania juega con dos corazones. Hagi acaba por presentarse en el vestíbulo del hotel justo en el momento en que un grupo de pe riodistas españoles forman un corrillo escenificando el partido de hoy. ¿Os imagináis que ante una deshauciada Rumania... ? La pregunta no acaba. Hagi interviene desde lejos: "Eh. Cuidado. Un respeto. Somos gente humana. Hay que hablar bien. Vigilad lo que se dice. El tono". Y ahí se frustra cualquier diálogo. No sirven las argumentaciones del periodista intentando explicar el significado de deshauciar.

El capitán se siente menospreciado. Santo y seña de toda una generación de futbolistas rumanos que creía en esta Eurocopa como su última oportunidad para lograr un éxito internacional, Hagi no quiere despedirse ¿le cualquier manera del torneo Hoy, a los 31 años -debutó en la selección en 1983 ante Noruega en Oslo (0-0)-, cumple su partido numero 100 con la zamarra nacional en un país que el próximo curso puede ser su nuevo hogar -dispone de ofertas de varios clubes ingleses-. Huelgan más comentarios. El Maradona de los Cárpatos no será recibido esta vez en Bucarest al grito de ¡Hagi presidente!, cómo a tras el Mundial 94, pero la tropa de Hagi se merece un respeto.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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