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EURO 96

Caminero rescata a España

La selección de Clemente empató en los últimos minutos un árido partido frente a Francia

Santiago Segurola

Caminero volvió a acudir puntual para rescatar a España de un problemón. El partido, que fue árido como una piedra, necesitaba gente con sentido de la oportunidad, preferiblemente un media punta, que son los que deciden en estos días. Djorkaeff apareció una vez y convirtió en gol una jugada eléctrica, definida como lo ordena el manual. El papel de Djorkaeff en la selección española lo realizó Caminero, otro centrocampista de ataque bien relacionado con el gol. Marcó cuando España empezaba a desesperarse, después de frecuentar muy poco el área francesa. En este capítulo los dos equipos tuvieron un comportamiento parecido. Especularon, guerrearon en el centro del campo y trabaron como descosidos: un duelo muy feo, emotivo por las obligaciones que impuso el tanto de Djorkaeff. Eso que ahora se llama un partido intenso y que en otro tiempos se decía una pesadez de partido.El fútbol volvió a salir sacrificado en el altar de la presión, la resistencia y el poder físico. El juego se ha convertido en un valor secundario en los mejores casos. Insignificante en los peores. El desprecio por las cuestiones básicas es cada vez más corriente, convertida la pelota en un artefacto molesto. Decididamente, el buen gusto no está de moda. Hay que rastrear mucho para encontrar un detalle, un gesto delicado, una pared, dos jugadores que se encuentran, un hilo conductor a los partidos. En Elland Road, españoles y franceses se corrieron a gorrazos, pelota va y pelota viene, un partido espesote que apenas dejó nada para el recuerdo.

La declaración de intenciones de Clemente fue radical. Confeccionó un equipo para batallar, para batirse en cada metro. No se advertía capacidad estrictamente futbolística para batir a un rival que también tiró del físico, de la laboriosa actividad de sus centrocampistas y del afilado instinto de Djorkaeff. Pero su juego estuvo por debajo del prestigio de sus jugadores. A Francia le faltó claridad y decisión. En realidad, los dos equipos tienen el mismo corte. Son ásperos, están preparados para combatir y ofrecen multitud de dificultades a sus adversarios.

El desarrollo del partido tuvo muy pocos matices. El primer tiempo fue nervioso y decepcionante. España se sintió más preparada para resistir que para atacar. La alineación ofrecía pocas posibilidades creativas. La inclusión de López como central y de Alkorta en el medio campo explicaba sus intenciones. Fuera de una temprana incursión de Caminero, la selección no apareció por el área francesa. El primer remate se produjo en el minuto 35, en un tiro libre, como cabía esperar.

Francia manejó el primer tiempo a su manera. Tuvo más presencia y pareció dirigir las operaciones, pero elaboró poco y mal. Su centro del campo es fajador, futbolistas sacrificados que mueren por la camiseta. Deschamps y Guerin definen perfectamente a esta clase de jugadores industriosos, de gran actividad, dotados para trabar, para rebañar la pelota, para acudir en socorro de los defensores. Sin embargo, tienen graves dificultades para diseñar un juego atractivo. Karembeu tiene más cualidades, pero su partido fue disperso. Participó en los mejores momentos de Francia y desapareció durante largos periodos. De Djorkaeff apenas se tuvieron noticias durante el primer tiempo, aunque este tipo de jugadores comienzan a acostumbrarse a vivir en el letargo que produce el juego y aparecer con el cuchillito en la primera ocasión.

Todo el montaje de Clemente estuvo a punto de desbaratarse tras el gol de Djorkaeff. Un mal control de Alkorta, como sucedió frente a Bulgaria, permitió un contragolpe certero de Karembeu, que metió la pelota sobre los centrales españoles y dejó que DJorkaeff se arreglara la vida. Lo hizo con maestría: se acomodó el balón con elegancia y cruzó la pelota con precisión, como se supone en los buenos jugadores.

España, que había vivido del pelotazo y de su sacrificado trabajo defensivo, se vio en la obligación de cambiar el partido. El equipo tiró de lo que más tiene: pujanza, capacidad de sufrimiento, cualidades más cercanas al carácter que al fútbol. Empujó hasta donde pudo, una conquista metro a metro que afectó a los franceses. Por este lado, a Francia le salió una vena sospechosa. Tenía el partido en sus manos, pero se metió bien atrás. Se armó para defenderse y buscar un contragolpe, según un código más italiano que francés. Y por cada metro que cedían los franceses, España alentaba alguna posibilidad de conseguir el empate. Lo hacía más por vitalidad que por cualquier otra virtud. El juego no daba para asegurarse el gol, aunque la entrada de Kiko dio un poco de aire y de ideas al equipo. La cuestión pasaba por otra parte, por el sentido de la oportunidad de algún jugador. O sea, por Caminero, que se reservó el papel estelar en el Mundial y quiere hacer lo mismo en la Eurocopa.

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