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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una charlotada

Santiago Segura es un presentador singular. En vez de ir de esmoquin, cubre sus kilos de más con prendas amplias que parecen recogidas de un contenedor. Renunciando al bisoñé, luce sin complejos una alopecia galopante unida a unas largas greñas de adicto al heavy metal. No contento con eso, abomina de las maneras habituales de un presentador de concurso televisivo y, lejos de mostrar su simpatía por los participantes, les insulta y maltrata a conciencia. No sé si ésa es la manera de convertirse en el nuevo Kiko Ledgard, pero da lo mismo: Santiago Segura es el presentador que todos estábamos esperando. Antes de que apareciera, éramos muchos los que, hartos de la simpleza y bobaliconería de los concursantes, acabábamos increpándoles desde el sofá. Ahora hay alguien que lo hace por nosotros.Segura inició su participación en Dobles parejas, el nuevo concurso de Antena 3 para la medianoche de los lunes, preguntándose qué hacía alguien como él en un sitio como ése. Esa pregunta ya nos la habíamos hecho todos los que seguimos desde hace años su delirante carrera cinematográfica, y la respuesta iba surgiendo a medida que avanzaba el programa. Está en Dobles parejas en representación de todos los que odiamos los concursos. Pues eso. es Dobles parejas: un concurso más, ni mejor ni peor que los que le han precedido. Y si puede verse hasta el final sin morir de aburrimiento es únicamente gracias al agente provocador disfrazado de simpático presentador.

Malos tratos verbales

Dobles parejas es un concurso para gente desinhibida. Una mujer y un hombre eligen entre un amplio número de opositores a quien será su pareja para la noche. Les someten a todo tipo de pruebas que los candidatos afrontan s in vergüenza y, por lo general, sin gracia alguna. Mientras tanto, el conductor del espacio suelta chistes, obscenidades, y todo tipo de malos tratos verbales que ellos encajan sin pestañear. Al final de la velada, la pareja afortunada ganará un viaje o un coche. Y eso es lo que hay.A pesar de su larga duración, Dobles parejas no es más que otro de esos concursos en los que si uno carece de sentido del ridículo puede pillar un coche. Lo único nuevo es ese presentador que, como un pulpo en un garaje, muestra su repugnancia a la sociedad que le acoge. Una repugnacia compatible con la diversión que le producen sus congéneres más osados y con la rentabilidad económica que extrae de prestarse a la charlotada.

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