Benemérita
El día 4 de abril, hacia las once de la mañana, un grupo de 13 personas, siete adultos y seis niños, alquilamos unos caballos para realizar una excursión por los campos próximos a Daganzo, en las afueras de Madrid.Difícilmente podíamos imaginar entonces que íbamos a ser víctimas de un operativo de la benemérita Guardia Civil, dado que, cuando nos disponíamos a regresar para devolver las cabalgaduras, fuimos retenidos por un guardia jurado, que no sabemos si estaría o no borracho, pero apestaba a vino.
Dicho individuo iba acompañado de una pareja de la Guardia Civil, que -al parecer- seguía sus órdenes. A gritos, empezaron a pedirnos que nos identificásemos.
Como es lógico, nos asustamos todos, y en particular los niños, hasta el punto de que uno de ellos se cayó de su montura, sin consecuencias aparentes.
Ciertamente perplejos, solicitamos educadamente la razón de tanta alarma, y se nos dijo, en tono agresivo, que una niña había pisado el trigo, que bajásemos y ya veríamos en qué terminaba esto".
Tras diez minutos de diálogo surrealista, y dado que -al parecer- no íbamos plenamente documentados, aparecieron otros dos vehículos todoterreno, con cuatro guardias civiles más, y... ¡un helicóptero!
La aeronave hizo una arriesgada maniobra, acercándose temerariamente al suelo, y clamando mediante altavoces algo así como "¡Bravo siete a base ... !"
El lunes 8, estando yo en mi trabajo, supe que dos guardias civiles se han presentado en mi casa para decir que "esta misma tarde se presente en el cuartelillo de Torrejón, para un asunto de su interés".
Ya veremos qué me pasa y cómo salgo de ésta. No sabía yo que la equitación era tan arriesgada. Y tampoco que unos funcionarios públicos, que se supone han de protegernos, nos hagan víctimas de un trato tan desconsiderado como injusto.-
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