La resaca azota al Barça
El equipo azulgrana, en un pésimo partido, pierde justamente dos puntos ante el Racing
El Barça está resacoso. El látigo de la Copa le ha desgarrado. Lo suficiente como para trazar en Santander un partido lastimoso, caótico y rácano. Aturdido y desorganizado jugó siempre deshilvanado, con enorme tristeza en todos sus movimientos y unas carencias ofensivas desproporcionadas para su etiqueta. El equipo que hace sólo unos días se asomaba a todas las vitrinas de la temporada exhibió síntomas inquietantes. Puso en evidencia a quienes más exigían el primer puesto del escaparate (lván de la Peña, Prosinecki, Kodro) y, sobre todo, dejó la sensación de que le falta aire, el pulso físico y psíquico que exige el punto culminante de la temporada. Sólo la palidez del Racing de Santander y su falta de autoestima para asaltar al Barça le permitió equilibrar el choque. Los cántabros se cegaron con los galones del rival, sin percatarse del tono mustio de los azulgrana y éstos no tuvieron la claridad suficiente para maquillar su cojera y administrar los temblores del rival.La final copera había abierto una incógnita de enorme peso para el tramo decisivo de la temporada: ¿resurgiría un Barça vampírico o un grupo decaído y cabizbajo? Esta vez, Cruyff, tan amante de la chistera, no pudo resolver la ecuación a su antojo. Sin Celades, Guardiola, Hagi y Nadal tiró de lo que había. Y no era poco. Ahí estaba lan para aplacar su tormenta semanal. Y Prosinecki. Y Kodro. Futbolistas supuestamente heridos por el encarcelamiento al que han sido sometidos por los técnicos. Era el momento de pagar su fianza y resultó un fiasco.
Con Amor en la posición de cuatro, Cruyff desplazó al calvo y al croata al salón del gol. Les enquistó a espaldas de Cuéllar -ayer de nueve-, en la zona de creación y enganche. Iván tenía todo el cartel a su favor: estaba en su tierra, con las palmas de su lado y varias pancartas apoyando su diatriba con el holandés. Pero con Iván y Prosinecki el Barcelona fue un equipo atormentado. Confuso y descosido por todos los lados.
Iván, un jugador con mucho talento para algunas facetas del juego, sospecha que le balón es una golosina, no el epicentro de un juego que en cada momento requiere una sinfonía: ahora un engaño, luego una pausa, más tarde la distracción, después el toque indiferente. El repertorio de Iván es lineal: sólo cabe el pase infinito, la jugada celestial. Y todo indica que aún está en la tierra.
Nadie del Racing, el equipo que mejor le conoce, le apretó. Nunca estuvo prisionero y todo lo hizo mal. Su ritmo no era el del Barcelona y cada error suyo provocaba una sangría en las líneas azulgranas.
Y qué decir de Prosinecki. En el jugador croata no hay pecado de juventud. Se desconoce incluso si tiene algún entorno que taladre su carrera. Sobre el campo es él y sus circunstancias. Un solista que lleva otra camiseta. Sin un detalle y tras 40 minutos de debate con Cruyff y sus compañeros sobre su presunto papel en el campo, el croata acabó en la ducha por culpa de otro despistado: Ansuátegui Roca.
Descabezado en la cocina y con el equipo agrietado por la debilidad de sus creadores, el Barça quedó a expensas de su laboriosidad defensiva. De su capacidad para manejar un partido que le exigía la redención. Hasta el tramo final nunca estuvo apurado, pero tampoco superior. Sobrevivió sin una sola ocasión a su favor fruto del tono timorato de los cántabros, un equipo modesto, pero extraordinariamente saludable en su concepción.
Tiene jugadores de mucho gusto -Torre, Álvaro, Villabona, Faizulin-, de buen trato con la pelota. Sólo la excesiva lentitud de su zaga le hace palidecer más de lo que quisiera. La irritante expulsión de Prosinecki al filo del descanso despertó el partido.
El equipo cántabro tomó conciencia del empequeñecimiento del enemigo. De su paupérrima expresión sobre la hierba y metió al Barcelona en la cueva durante 45 minutos. Yosu, el técnico local, hizo de Cruyff. Ensanchó El Sardinero con Suances en un extremo, Faizulin en otro y Alberto en el vértice del área.
Cruyff echó mano de Figo para la contra con Kodro, pero el portugués se enredó en una de esas tardes en las que sólo dibuja amenazas. Visto el panorama el holandés recurrió al manual de la Copa: las marcas personales de Roger sobre Álvaro y Amor sobre Villabona. Hasta irrumpió Carreras a última hora; pero sólo el Racing respiraba con cierta coherencia. Su fútbol metodista y directo fue poco a poco desnudando aún más al Barça. Se masticaba el empate. Lo rumiaba el Racing y llegó.
Sun gol fue tan insospechado como el azulgrana, consecuencia de un paso atolondrado del guardameta Busquets, pero no cabía queja posible. El Barça había vivido 88 minutos con una resaca desproporcionada que si no tiene remedio antes del duelo europeo del próximo martes puede precipitarle al vacío.
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