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El Barça encuentra una defensa primaveral en Salamanca

A la media hora de partido, el equipo azulgrana había sentenciado el encuentro

Luis Gómez

La visita ante el colista resultó un bálsamo para el Barcelona. El Salamanca lleva esa condición con tal resignación que no buscó ningún subterfugio para intentar cambiar su destino a costa de uno de los grandes. No se empleó con violencia ni puso trampas en el camino. El Barcelona se encontró con el rival que necesitaba para disfrutar de una tarde de domingo relajada y doblemente beneficiosa. Fue en ese sentido un partido con un desarrollo imprevisto. Ni en sus mejores sueños Cruyff encontraría a estas alturas de la temporada un rival que ceda el terreno con la complacencia del Salamanca, que permita a Figo recrearse en la suerte y que entregue al joven Óscar tantas oportunidades como para sentirse dueño del área. Fue la del Salamanca una defensa primaveral. Por abundar en excesos sobró medio partido: al descanso, el Barça había rematado la faena.El Salamanca ejerció de colista temeroso. Se tiene por tal a un equipo que acepta su destino, que actua desconfiado, que se mueve por rutina, que no ambiciona conquistas de mayor fuste. El Salamanca no fijó en su horizonte otro objetivo que mantener el empate y a los cuatro minutos se enfrentó a la evidencia de que su condición no iba a mejorar este domingo. Pudo reparar a tiempo el gol de Amor con un remate de Medina, pero ese empate inesperado pareció haber colmado sus aspiraciones. Tanta fue su falta de atrevimiento que permitió al Barcelona recomponer sus piezas, ajustar su juego, tomarle el pulso al partido y llegar al descanso con la seguridad de que el trabajo estaba hecho. Pocas veces habrá disfrutado de tantas facilidades.

Facilidades como para que Figo pudiera degustar una jornada como extremo puro sin daño para su integridad. La imagen que se tiene del portugués es la de un hombre a veces apesadumbrado, que lleva con encomiable sacrificio la responsabilidad de intentar en solitario solucionar las carencias ofensivas de su equipo. Para ser más exactos, la imagen más frecuente de Figo es la de un delantero constantemente violentado, diariamente zarandeado por los defensas. Este nuevo Barcelona tiene una deuda con él. Mientras tanto, es el jugador que más veces se tiene que levantar del suelo en la Primera División. Excepto ayer. Ayer Figo vio el partido de pie. Tuvo tiempo para recibir, para acariciar la bola, para citar al defensa, para elegir el camino de la internada, para cambiar de dirección en un contraataque. Pudo pisar el área en varias ocasiones sin sobresaltos y propiciar alguna asistencia de salón.

Por ese lado, el Barcelona entendió bien pronto que gozaba de oportunidades para abrir un sistema defensivo que se limitaba a cubrir medio campo. Era la del Salamanca una defensa contemplativa, indolora, sin esquemas. Sin presión, sin marcajes, sin contundencia. No iba más allá. Demasiada gaseosa para los tiempos que corren.

El Barcelona pudo instalarse en el campo y tender su red de comunicaciones. Guardiola encontró metros para maniobrar, cada jugador tenía espacio por donde aliviar la pelota en caso de necesidad. Tal era su superioridad que la llegada del empate en el minuto 12 apenas le inquietó más allá de un par de minutos. En una jugada dudosa pudo hasta llegar el segundo tanto local, pero era demasiado evidente que el Salamanca buscaba la sorpresa por el camino más previsible. Unos metros más allá, Figo empezaba a ser una garantía.

La solución al caso llegó por su propio peso. Cada balón que llegaba al área local era una oportunidad de gol. Se produjeron algunas acciones en las que el delantero afectado disponía de varias opciones de pase. Pero en la baraja de opciones la tarde correspondió a Óscar. Dos acciones, un gol y una asistencia. Actuó sin dudarlo. A la media hora, el resultado estaba escrito: Guardiola se dio cuenta de que el Salamanca había encajado el golpe y puso el piloto automático.

La reanudación fue un mero trámite. El sol hizo su aparición. Cruyff fue haciendo cambios para dar descanso a ciertos jugadores (Popescu, Guardiola, Figo). El Barcelona disfrutó de varios contraataques con ventaja numérica. Hasta salió De la Peña con ganas de hacer algo. Qué más se podía pedir. El público estaba tan entregado que esperaba disfrutar de los goles ajenos. Pero el tiempo fue transcurriendo sin mayores novedades. Tanta comodidad había llevado al Barca a cierta degradación en su juego, lo que motivó algún que otro susto. Esta vez había disculpa: era la falta de costumbre.

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