El Real Madrid sigue a la baja
La Real Sociedad asedió a los madridistas a base de velocidad
Hay duelos en los que prevalece la rapidez, o el ingenio o la voluntad o el dibujo táctico; duelos en los que una característica individual o colectiva determina el final, el desenlace. Y hay duelos que son una cuestión de honor. El Real Madrid afrontaba ayer en Anoeta el tamaño de su orgullo, el peso de la camiseta, la lucha de la entidad y la realidad en unas circunstancias muy adversas. Diez bajas son muchas bajas para cualquier equipo. Descontada la enfermería y la comisaría futbolística, el Madrid llegaba con lo puesto y unos injertos del filial y todo ello tras la decepción europea.El examen era exigente porque interrogaba sobre actitudes más que sobre condiciones. Y además frente a un rival que exhibía un estado de gracia notable y que disponía incluso del aliento estadístico: el Madrid nunca ha ganado en Anoeta. Todo un dato.
Arsenio no alteró el esquema por las circunstancias aunque le restó alguna profundidad. Dio entrada a Sanz en la defensa y a Guti en el centro del campo dejando a Raúl como único delantero. Hierro y Milla, como pivotes, manifestaban un talante defensivo.
Con esquemas y actitudes similares el partido se condujo como un forcejeo: el Real Madrid por conservar la pelota y la Real Sociedad por imprimir velocidad al balón. El forcejeo provenía de la falta de autoridad de ambos para hacer valer sus condiciones. El Real Madrid bien amparado en defensa por la velocidad de Alkorta reducía en el centro del campo los espacios que buscaba la Real Sociedad, condenada a una cierta imprecisión. A cambio los madridistas reducían su capacidad ofensiva y Raúl era una isla poco asistida por Laudrup y Guti, activos, inteligentes aunque intermitentes.
Pero Raúl necesita pocos ensayos para encontrar la diana. El primero, al cuarto de hora, lo erró por exceso de ansiedad. El segundo fue infalible, un leve toque le bastó para salvar el mano a mano con Alberto. Fue una cuestión de raciocinio futbolístico en el momento más dulce del Madrid y el más obtuso de la Real Sociedad porque ni Karpin ni De Pedro encontraban su lugar.
El gol de Raúl restableció su condición pero Loren, el futbolista que resuelve los momentos duros de la Real Sociedad, encontró el equilibrio en el marcador y en los méritos con un gol a la antigua usanza, un cabezazo inapelable a la salida de un corner.La Real Sociedad apretó el acelerador y sometió al Madrid a un segundo examen esta vez físico especialmente en el centro del campo. La actitud de Hierro en esa disputa fue ejemplar desahogando las urgencias de sus defensores.
Pero el Madrid había perdido metros en la pelea en la misma medida que la Real Sociedad recuperaba la banda izquierda, allí donde Aranzabal y De Pedro manifiestan su calidad, mientras por la derecha Fuentes y Luis Pérez ponían a prueba la velocidad de los defensores madridistas. El campo se ensanchó y el encuentro cambió de cara. El Madrid no llegó más que en una ocasión a los dominios de Alberto.
La Real Sociedad, vacía ya de argumentos estilísticos, apeló a los recursos físicos y a su poderío aéreo. Cada saque de esquina era una invitación al gol con el Madrid resignado a resistir un asedio en toda regla. Era la previsible prueba de actitud, el examen psicológico para un equipo cargado de frustraciones. La prueba resultó satisfactoria para un alumno que no estaba preparado para aspirar a mejores notas.
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