El corredor hace bueno al médico
Los ciclistas, únicos deportistas que confían toda su preparación a fisiólogos
Hace no más de 15 años un equipo ciclista curioso pidió a un preparador físico que le organizara algunos entrenamientos en series para sus corredores más jóvenes. Los más veteranos se lo pasaron en grande, burlándose de los compañeros que recorrían unos kilómetros a una determinada intensidad y se paraban, se contaban las pulsaciones y descansaban. Alguno todavía queda entre los de más de 30 años que no quiere oír hablar de pulsómetros, ácidos lácticos o umbral anaeróbico. Los entrenamientos para ellos consisten en horas sobre la bicicleta y en respuesta de las piernas. Si les duelen o acaban cansados es que la sesión de seis o siete horas sobre la bicicleta ha merecido la pena. Unos cuantos, por lo menos, se conocen a la perfección: si algún médico le organizara el entrenamiento coincidiría casi al 100% con el que la intuición le dicta. Esta minoría dentro de la minoría es una especie en extinción. Ya es mayor el número de médicos-entrenadores-fisiólogos que viven del ciclismo que el de ciclistas que viven sin ellos. Caso único en el deporte.
La psicología de un ciclista es aún más peculiar que el deporte que practica. Un corredor necesita siempre de alguien que le dé seguridad y confianza. "El director es el jefe, el que te exprime y te abronca", cuenta Tomás Nistal, un modesto ex corredor. "El masajista es el amigo con el que bromeas, hablas de mujeres y al que cuentas tus problemas. El médico es el que cierrra la trinidad: es el confesor, el que hace de padre". Antes el confesor, el elemento que cargaba de confianza a un ciclista, eran las pastillas. "Toma una anfeta, que vamos a escaparnos", era frase común en los años 60 y 70. "Prueba estas amarillas, que van de miedo". Palabras casi irreconocibles hoy día. Ahora dentro del pelotón se oyen cosas como: "¿con qué médico estará este corredor?, antes yo le dejaba tirado en la primera cuesta y ahora me cuesta seguirle".
Sólo los muy buenos
El médico, sus métodos y sus máquinas se han erigido en mito. Hace un par de semanas, un cuarentón cicloturista francés alojado en Mallorca en el hotel del equipo Banesto estaba dispuesto a pagar el oro y el moro para que le dejaran hacer las pruebas físicas a que los médicos italianos sometían a Miguel Induráin y compañía. Algún corredor español, admirado de cómo marchaban sus rivales, ha cambiado de equipo este año simplemente buscando los cuidados de otro médico más famoso. Ahí comienza el disloque que acabará con un mundo al revés: los médicos no harán grandes a los corredores, sino que éstos engrandecerán a los fisiólogos, quienes lo único que tendrán que hacer será aceptar sólo a los muy buenos."Sí, puede que todos los ciclistas acabemos siendo iguales", dice Abraham Olano, preparado por el italiano. Michele Ferrari. "Pero al nivel en que estamos un buen médico que conozca bien el corazón y las reacciones del cuerpo al entrenamiento es fundamental".
El actual campeón del mundo es uno de los corredores ejemplo de la nueva generación: la palabra del médico es dios y el entrenamiento, su profeta. Su segundo puesto en la Vuelta se forjó un agosto solitario en los Pirineos: series y series de esfuerzo aeróbico intenso subiendo puertos -en llano es mucho más difícil hacer un esfuerzo sostenido rondando el umbral de las 180 pulsaciones- buscando una forma perfecta. Es el paciente ideal para la medicina deportiva. El que lleva sus entrenamientos en ordenador, el que cuida la dieta y el peso.
Mercenarios
Los médicos acabarán creando equipos paralelos. Actúan como mercenarios. Aceptan, a cambio de una elevada cantidad económica -un dinero fijo, más un tanto por ciento por las victorias conseguidas-, a cualquier corredor con unas condiciones mínimas bastante elevadas, o actúan como consultores para los equipos. La onda llega de Italia, de la cátedra de Francesco Conconi en Ferrara.A las órdenes del médico que inventó el futuro batiendo el récord de la hora con Francesco Moser a comienzos de los 80, actúan varios grupos que controlan tres equipos (Gewiss, Rostotto y Banesto). Uno de sus alumnos aventajados, Michele Ferrari, se estableció por su cuenta y aconseja a individualidades: Rominger, Olano, Bortolami, Cipollini, Furlan, Bertolini, Miceli, Escartín, Armstrong y Axel Merckx.
"Ningún milagro puede convertir a una mula en un caballo de carreras", dice un médico español que no quiere entrar en el tiovivo de la fama. El primer ingrediente para el éxito son las piernas, el corazón y la cabeza de los corredores. El segundo, su capacidad para aguantar las cargas de entrenamiento a que se someten sin agotarse en un año de hiperactividad. "Algún ciclista con poco motor se fue a ver a Ferrari", cuenta un director español. "Al poco tiempo, estaba exprimido como un limón. No volvió a levantar cabeza".
Pero mientras la ambición y las ganas de triunfo sigan siendo la principal motivación de los ciclistas, los corredores seguirán haciendo grandes a los médicos.
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