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La crisis continúa en San Mamés

El Athletic, despedido con pañuelos tras caer frente al Oviedo

El partido resumía un referéndum múltiple en San Mamés: valoración de la decisión de la junta directiva por la continuidad del entrenador, actitud de los futbolistas, según ellos, juramentados "a muerte" y actitud del público de pronto convertido en factor determinante de la salud del Athletic.La consulta reflejó un profundo absentismo. El público calló y otorgó permitiendo el correteo de los jugadores rojiblancos que agotaron la cartuchera en diez minutos. Un penalti no señalado a Alkiza y una incursión de Guerrero resuelta con lentitud fueron los únicos argumentos a favor del sí. A partir de entonces, el Oviedo exhibió las razones para el no. Una vez ajustada la defensa, el balón pasó a su poder y manifestó un fútbol dinámico, poco profundo pero efectivo para inclinar el recuento de su lado. Berto y Manel, infatigables, impusieron el espíritu del partido, mientras el Athletic derrochaba sus energías en un fútbol absurdo.

En esas estaban cuando el Oviedo se decidió a depositar su voto en la urna de Valencia. Oli, inconmensurable, dirigió el contragolpe, se apoyó en Christiansen y el servicio de éste lo introdujo Suárez con la punta de la bota. Era la única excursión ovetense al área rojiblanca, pero su argumento resultó demoledor.

El Athletic, a pesar de conjuros en el vestuario, de exaltación de la dignidad, de la fe en las tradiciones y demás historias, seguía siendo un equipo fantasmal, demasiado distante entre sus líneas, incapaz de imaginar media docena de combinaciones coherentes. El gol le hundió. Con las fuerzas gastadas en una presión inútil, el Athletic se rindió a las exigencias técnicas del Oviedo, bien administrado por Onopko y sobre todo oxigenado por la capacidad pulmonar de Berto, Manel y Suárez.

La segunda mitad fue un ejercicio táctico del Oviedo dedicado a jugar a las cuatro esquinas ante la inferioridad rojiblanca, ya sin fe en el voto de confianza que le otorgaba un público que rompió su resignación ante la pobreza del espectáculo.

El ruso Onopko pudo resolver en ese periodo pero su error fue tan estrepitoso como inesperado en un jugador de sus cualidades. Con la puerta vacía y el balón dominado al borde del área pequeña, disparó con el tobillo. El Athletic ni siquiera estaba capacitado para atisbar una reacción. Para colmo, en una jugada posterior de Oli el guardameta Valencia se fue a la ducha obligado a una imprescindible falta al delantero ovetense que encaraba su portería. Con un hombre menos, el Athletic rozó el patetismo.

El referéndum se efectuó a mano alzada. El público silbó, se encrespó, se revolvió y despidió a los protagonistas rojiblancos con un flamear de pañuelos.

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