El guardameta de final de siglo
Los porteros han revolucionado en poco tiempo sus características básicas
Aunque se rompa, el larguero ya no se le caerá encima. EI guardameta de hoy no es el de toda la vida. Ha modernizado sus prestaciones y revolucionado sus hábitos. Conserva el 1 en la espalda y alguna que otra función originaria, pero poco más. Ni mantiene las ventajas con las que le protegía el reglamento, ni está liberado de obligaciones tácticas, ni puede permitirse limitaciones técnicas. Debe ser el jugador más completo. O camino va.Se ha quedado el cancerbero sin derechos: no puede agarrar los centros con el pie de sus compañeros; si toca la pelota con la mano fuera del área debe ver la tarjeta roja; cualquier infracción en el uno contra uno frente al delantero le suele acarrear la expulsión; no puede entretenerse con el balón en su poder... Y acumula muchas más obligaciones: tiene que juzgar situaciones continuamente y tomar decisiones en décimas de segundo. Ya no le vale con esperar el remate y vivir al margen del partido los pasajes restantes.
El perfil se ha invertido. El aspecto más rotundo es el manejo de balón. Hoy, un guardameta debe saber ofrecerse a sus defensas (y no sólo en las situaciones límite) y qué hacer luego con la pelota, dónde y cómo distribuirla. No vale con el patadón a las nubes. Un guardameta moderno debe garantizar la posesión del balón. El juego correcto de pies se ha convertido en un elemento indispensable.
El acento estrafalario de algunos porteros suramericanos (Higuita, Campos, Gatti, Fenoy), muy dados a salir del área a jugar la pelota, les puede confundir como precursores de la modernidad. Hay una diferencia básica: el portero debe jugar la pelota de forma sencilla y evitando riesgos. Se trata de buscar la solución más fácil. Los suramericanos iban más allá, sus acciones suponían generalmente más riesgo que beneficio.
El cancerbero ha ganado metros en el campo. Ya no vive el partido debajo del larguero. Si su equipo tiene la pelota, suele ajustar su posición al borde del área. Desde' allí debe seguir el juego con atención y cumplir funciones de líbero, presto al quite. Las tácticas modernas sugieren defensas más adelantadas, no aconsejan meterlas en la portería propia. Por tanto, hay un espacio mayor entre el último defensor y el guardameta. Una zona que debe cubrir este último, que va de cara. En cualquier sistema actual esa zona es responsabilidad del portero.
Con el balón en poder del conjunto rival, la actitud del guardameta también es otra. Un cambio que tiene que ver más que nada con la decisión. Hay que decidir cuándo atajar un centro, cuándo salir a por un balón largo, cuando retroceder, cuándo aguantar al delantero, cuándo arrojarse a sus pies... Antes, las decisiones no eran tan exigentes. Se reducían a estirarse con agilidad en los tiros.
Por ahí, la Liga española se ha dejado llevar de forma desigual. por las nuevas tendencias. Hay casos muy, marcados, guardametas que reúnen casi todas las características de lo que se entiende por un portero moderno. Es el caso, sobre todo, de Molina (Atlético) y Busquets (Barcelona), los prototipos del guardameta del futuro. Pero también el de Juanmi (Zaragoza), Prats (Celta), Marcos (Albacete), Mora (Oviedo)...
Hay otro grupo de cancerberos que se acerca más al perfil antiguo. Se han visto obligados a modificar costumbres, pero sus mejores virtudes siguen siendo las propias del viejo portero: agilidad bajo palos, reflejos y un corte más espectacular: Buyo (Madrid), Toni (Espanyol), Ablanedo (Sporting), Unzué (Sevilla), Valencia (Athletic)...
Luego, están los porteros de difícil clasificación. Tipos anodinos que suelen pasar inadvertidos. Son correctos, fiables en la mayoría de los casos, pero no destacan en nada. Gente como Jaro (Betis), Alberto (Real Sociedad), Aizpurúa (Salamanca), Falagán (Compostela)...
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