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Prolegómenos del Estado palestino

El pasado 20 de enero, la población palestina participó ampliamente en los primeros comicios convocados para elegir al presidente de la Autoridad Nacional Palestina y a los miembros del Consejo de dicha Autoridad, inaugurando con ello un proceso político e institucional de gran envergadura, si bien no falto de desafÍos internos y externos.Las elecciones palestinas, a diferencia de la mayoría de las experiencias ocurridas en otros países, no han sido el desenlace de un proceso político, sino el punto de arranque del mismo, lo cual resultaba sobradamente manifiesto al comprobar la uniformidad de los lemas y programas electorales de los candidatos concurrentes, todos ellos concentrados en el mismo principio: "construir la nación palestina". De ahí que la lectura de dichos comicios tenga que hacerse teniendo en cuenta esta particularidad.

Con su voto, los palestinos han expresado, más que la preferencia por una opción política determinada, su deseo de levantar una realidad estatal palestina y su esperanza por ver mejorar su forma de vida material y política. En consecuencia, estos comicios han tenido sobre todo el valor simbólico y legitimador de ser el comienzo del proceso de construcción de Palestina como Estado por vías pacíficas y de diálogo, aunque ello no quiere decir que todo el 93% de los electores palestinos que han votado en Gaza y el 75% en Cisjordania estén satisfechos con lo hasta ahora alcanzado a través de los llamados acuerdos de Oslo II, sino que han sido conscientes de que las elecciones constituían un paso fundamental en su búsqueda por lograr superar los obstáculos en las negociaciones futuras con Israel a fin de poder establecer una frontera definitiva entre Israel y Palestina, resolver el futuro de las colonias judías en Cisjordania y Gaza, solucionar la explosiva situación de Hebrón, dar respuesta al problema de los refugiados palestinos, negociar el estatuto de Jerusalén, y, lo que es fundamental, conseguir que todo ello desemboque en un Estado palestino independiente.

Unido a esto, el hecho de que los prisioneros políticos palestinos no fuesen puestos en libertad como se había acordado en Israel, que los palestinos de Jerusalén fuesen víctimas de presiones y amenazas por parte del Likud y de los sectores fundamentalistas israelíes para que no votasen (lo cual trajo consigo que la participación no alcanzase el 30% en la ciudad santa) y que los refugiados palestinos obligados al exilio en los países vecinos no hayan obtenido, a través del voto, el derecho a su ciudadanía palestina, pone de manifiesto que importantes componentes de este proceso político quedan aún por integrar.

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Con respecto al ámbito interno propiamente palestino, las elecciones, por una parte, han legitimado a los gobernantes de la Autoridad Nacional, lo cual era un requisito político imprescindible para continuar haciendo camino, y, por otra, han constituido un relevante ejercicio de catarsis política que ha puesto al descubierto los elementos de la actual realidad palestina y ha permitido identificar buena parte de los desafíos a los que se enfrenta esa realidad.

De un lado, las elecciones palestinas no han gozado de gran concurrencia política a causa de la abstención de fuerzas políticas como "Ios progresistas" Frente Popular y Frente Democrático de Liberación de Palestina (FPLP Y FDLP), y el sector islamista de Hamás, que consideraron que participar era claudicar ante los acuerdos de Oslo, a los que se oponen. No obstante, el triunfo por la adopción a favor del boicot ha sido contestada por ciertos sectores en el interior de estos grupos, como el que representan Riad Malki en el FPLP y Saud Chawa en Hamás, los cuales, si bien oponentes de los acuerdos de Oslo, consideraron que la abstención no lograría sino aislarlos del proceso en marcha. Aunque los líderes de estos grupos no lograron superar las presiones de sus propios partidos para presentar sus candidaturas o una lista conjunta opositora como se intentó hacer en la circunscripción de Jerusalén, lo que es indudable es que, tras las elecciones, esa oposición ya no será como antes, y todo parece indicar que surgirán escisiones que pueden dar a luz nuevas fuerzas políticas, opositoras pero con el espíritu de influir en la construcción nacional palestina participando en ella.

En el caso de Hamás, que cuenta con una amplia implantación social de la que carecen los dos frentes, la participación en los comicios supuso un verdadero dilema que flotó durante todo el proceso electoral. Por un lado, su participación le hacía temer una importante falta de credibilidad perdiendo su reputación de línea dura en contra de los acuerdos con Israel y quizás afrontar unos resultados no tan exitosos como los deseados. Por otro lado, si no participaba se arriesgaba a perder la capacidad de acción de la sociedad y política palestinas. Finalmente, se optó por la no participación, si bien habría que resaltar dos importantes factores: su respeto al proceso electoral absteniéndose de perturbar lo recurriendo a la violencia, de acuerdo con lo acordado con Yasir Arafat en su reunión de El Cairo (a pesar de la conmoción que causó el asesinato de Yahyé Ayach, achacado a los servicios secretos israelíes, durante la campaña electoral), y la manifestación pública de la existencia de una división interna donde un importante sector es partidario de evolucionar políticamente integrándose en el marco institucional, lo cual, si se lleva a cabo, tendría un gran alcance para el islamismo palestino y regional.

Por otro lado, el deseable desarrollo de la pluralidad política palestina debería constituir un progresivo antídoto para las derivas autoritarias que puedan resurgir por parte del grupo político hoy día predominante en torno a Al Fatah y que, uniendo su propio éxito al beneficio extraído de las contradicciones de la oposición, cuenta con una mayoría aplastante en el protoparlamento palestino de 88 miembros que se acaba de elegir. No obstante, dicha mayoría estará atemperada por la presencia de unos veinte miembros constituidos por quince independientes, cuatro islamistas, un miembro del Partido del Pueblo y por el que fuera jefe de la delegación palestina en las conversaciones de paz y más tarde disidente de la línea política de Arafat, que, en respuesta, fundó la Coalición Nacional Democrática, Haydar Abdul Shafi.

Pero, en realidad, hoy día el reto es el mismo para todos los miembros del Consejo Nacional Palestino recién elegido, esto es, ganarse la credibilidad del pueblo palestino y de la comunidad internacional levantando una estructura institucional y legal que permita establecer una sociedad política plural y democrática.

En consecuencia, el marco socio-político y electoral, si bien ha cumplido la función a la que iba destinado para el momento en curso, debería experimentar modificaciones en la siguiente etapa electoral como prueba de que se avanza y evoluciona.

Por parte de la oposición, ésta tendrá que afrontar la responsabilidad política de su integración en el proceso histórico que está teniendo lugar y dejar de contribuir a que con su automarginación la cultura política autocrática arraigue en Palestina, dado que la participación de partidos políticos con diversas opciones ideológicas contribuiría a debilitar el criterio marcadamente tribal y clánico que ha caracterizado al proceso de elección de los candidatos en el que el peso de las grandes familias y las élites tradicionales es predominante. Asimismo, optar por un sistema electoral proporcional, en lugar del actual sistema mayoritario a una vuelta, permitiría dar entrada a un abanico representativo de fuerzas políticas palestinas integrándose así en el proceso institucional emergente. De la misma manera, el establecimiento de escaños especiales para palestinos cristianos no sólo no ha contado con el debido consenso, sino que introduce un fenómeno de "confesionalización" del hecho político en la sociedad palestina que debería, cuando menos, ser replanteado.

En conclusión, si bien los desafíos externos son grandes y poderosos, llegar mañana a un Estado palestino también depende de la transparencia, pluralidad y liberalidad de que se dote la Autoridad Nacional palestina, y eso es responsabilidad de todos los actores políticos en presencia.

Gema Martín Muñoz es profesora de Sociología del Mundo Árabe e Islámico en la Universidad Autónoma de Madrid, y ha sido observadora de la UE en las elecciones palestinas.

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