Paradigma del padre moderno
Un taller de teatro realizado a lo largo de dos cursos (1992-1994) entre escolares italianos de la ciudad de Turín, de cuatro a seis años, ha sido la génesis del espectáculo titulado ¿Por qué? En el experimento participaron, además, los padres de los niños.La presencia de los progenitores se hace evidente en el punto de vista desde el que se conduce todo el montaje: el de un padre-soldado (viste americana y corbata, pero su cabeza y sus pies están cubiertos por casco y botas militares) que llega, rendido a casa, después de haber librado unas cuantas batallas cotidianas; la última, única que se refleja en escena, resistirse al pago de una multa de aparcamiento.
Su anhelo por abandonarse a la lectura del periódico se ve interrumpido constantemente por las preguntas de un niño ausente.
En realidad, el trabajo de la compañía Stilema es un monólogo, en el que el único actor replica una y otra vez al personaje que esconde su americana y su casco colocados sobre el paraguas.
Este juego escénico no acaba de ser aceptado gratamente por los niños, sobre todo por los de más corta edad, que expresan su ansiedad por conocer al pequeño personaje; al cabo de un rato de representación, cuando intuyen que nunca va a salir, son muy explícitos en su decepción. Posiblemente, la reacción tenga mucho que ver con la oposición espontánea del niño a cualquier aspecto claramente novedoso en la creación artística.
Sin embargo, a pesar de no contar con la aquiescencia de los pequeños, sino más bien con cierta cerrazón al planteamiento dramático que se les hace, el espectáculo no fracasa. Y de eso, el único responsable es el actor Silvano Antonelli, premiado en Italia por este trabajo, que les hace reír con sus gestos y con la magnífica y variada entonación de la voz, que no ha sufrido por el esfuerzo de decir el texto en castellano.
Objetos escénicos
Sólo Antonelli y el cúmulo de objetos y seres que surgen de casi la nada, en realidad, un montón de periódicos en medio del escenario que rodean un sillón; únicos elementos escenográficos transformados, una y otra vez, a la vista del público en un gato, un perro, varias ovejas, flores, un avión, nieve, una trompeta... cualquier cosa que ayude a este padre, paradigma del padre actual, a responder preguntas variopintas y de calado tan distinto como la de "¿qué corre más, la moto o el avestruz?, o la de "¿dónde estaba yo antes de hacer?".
Puede que este ejercicio teatral, de apenas 50 minutos, consiga más la complicidad, de los padres (reían abiertamente bromas y situaciones fácilmente reconocibles) que la de los hijos, pero éstos no se descuelgan del espectáculo y, al final, participan entusiasmados de la canción que les enseña el actor.
¿Por qué? Teatro de la Abadía. Calle Fernández de los Ríos, 42. Hoy a las 12.00 y a las 18.00, 1.200 pesetas.
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