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Reportaje:

Giuliani impone la ley en Nueva York

El alcalde republicano ha logrado este año reducir la criminalidad en la ciudad en un 31 %

Antonio Caño

Los turistas tienen ahora una nueva e insólita razón para pasar estas navidades en Nueva York: un informe publicado esta semana por el FBI confirmaba que el índice de criminalidad se ha reducido allí en un 31% este año, y que la célebre ciudad de los rasca cielos es ya la más segura entre las grandes concentraciones urbanas de EE UU. Ello se debe en parte a un descenso de la delincuencia en todo el país. Pero otra parte del mérito hay que atribuírsela a su alcalde, Rudolf Giuliani, quien, con una política de mano dura y atendiendo sólo a su instinto y sus convicciones, se ha propuesto limpiar una ciudad que hasta hace poco parecía abandonada a su suerte.Dos años después de su elección, Giuliani ha expulsado a la Mafia de un reducto que dominaba desde hace 70 años -el Fulton Fish Market-, ha elaborado un plan que desterrará el negocio de la pornografia de las calles de Times Square y ha incrementado la presencia policial en áreas que antes le estaban vedadas.

Y no sólo eso. Para delicia de los atormentados neoyorquinos, Giuliani ha exterminado a los molestos voluntarios que limpian los parabrisas en cada semáforo rojo, ha limpiado los parques y está consiguiendo esconder a una buena parte de los homeless (mendigos sin hogar) en refugios públicos. También ha cambiado ya a las autoridades de educación para llevar la operación limpieza a las escuelas.

En el plano económico, Giuliani encontró una ciudad en la peor crisis de su historia, y ha sido capaz de presentar dos presupuestos consecutivos sin déficit, al mismo tiempo que ha reducido los impuestos locales. Algunas de sus decisiones han merecido la crítica unánime de los sectores progresistas de una ciudad tradicionalmente liberal, incluso del Gobierno de Washington. Por ejemplo, cuando decidió expulsar al líder palestino, Yasir Arafat, del concierto que el Ayuntamiento ofreció en octubre pasado a los dirigentes mundiales que participaron en el 50º aniversario de la ONU.

Pero Giuliani, antiguo fiscal de Nueva York, siempre ha presumido de ser un hombre firme en sus principios y de actuar de acuerdo a ellos. "La actuación de Giuliani está dirigida a la supresión de todo lo que considera antisocial. Es un estilo de gobierno basado en una filosofía tradicional: poder, fuerza y autoridad. E individualismo, en el sentido de que se trata de un líder político con pocos lazos con su partido o con el establishment", opina David Brooks, un comentarista conservador.

Pese a sus convicciones conservadoras, Giuliani no es un soldado del ejército de Newt Gingrich ni pertenece al grupo de la nueva derecha que ahora domina el Partido Republicano. En 1994 sorprendió al respaldar al entonces gobernador del Estado de Nueva York, el demócrata Mario Cuomo, en contra del aspirante de sus propias filas republicanas, George Pataki. Pataki acabó ganando las elecciones, pero la autoridad de Giuliani no se resintió lo más mínimo por ello. Rudolf Giuliani, que estudió en su juventud para ser sacerdote, entiende su trabajo con mesianismo y simplicidad: está ahí para poner está ahí para poner orden en el caos. Su modelo confesado es otro alcalde de Nueva York, también como él de origen italiano: Fiorello La Guardia, probablemente el dirigente más controvertido y resolutivo que ha conocido la historia de esa ciudad. Durante su gestión en los años cuarenta, La Guardia se hizo acreedor a sobrenombres como Pequeño Napoleón.

Giuliani es consciente de que su actuación no cuenta con el respaldo de esos sectores, pero tampoco lo pretende. "El mayor y más poderoso grupo de presión de la ciudad es el establishment intelectual. Nueva York es un gran centro intelectual que se ha hecho incapaz de producir un pensamiento nuevo", manifestó el alcalde en una reciente entrevista.

Pese a esas críticas, un medio tan intelectual e influyente como The New York Times ha tenido que reconocer que "a pesar de algunos fallos [Giuliani], ha conseguido en dos años más de lo que nadie podía pensar".

Rudolf Giuliani ha conseguido reducir drásticamente el número de personas que viven de la beneficencia pública (en parte porque algunas de ellas han emigrado a Estados más generosos) y ha creado el programa de trabajos públicos más grande del país. Muchas otras ciudades están copiando el modelo de Giuliani.

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