El paseo cicloturista de Atlanta
El Oro olímpico de 1996 será difícil para Induráin y Olano en un circuito cuesta abajo, virado y nada selectivo
Los Juegos de Atlanta abrirán el año próximo el olimpismo por primera vez a los ciclistas profesionales. Después de la incorporación de los tenistas en Seúl 88, y del Dream Team de Estados Unidos de baloncesto en Barcelona 92, ellos deberán ser las siguientes grandes atracciones. Pero el circuito común para la prueba de carretera y la contrarreloj no será un reto para las máximas estrellas, sino un paseo para aficionados y cicloturistas.El sueño de la medalla de oro será más bien una realidad de critérium fin de fiesta después del Tour. La mayoría de cuestas abajo y las muchas curvas cerradas que jalonan el recorrido igualarán a los más potentes con los más hábiles y rápidos. Miguel Induráin y Abraham Olano difícilmente podrán imponer su superioridad como en el durísimo circuito del pasado Mundial de Colombia, por ejemplo.
El trazado de Atlanta parecerá una broma después de la seriedad de las carreteras francesas. En la ruta georgiana de Peachtree podrá ganar más que nunca cualquier especialista de pruebas de un día e incluso, muy posiblemente, un sprinter. Y en la contrarreloj podrá imponerse no el mejor rodador, sino un corredor simplemente en forma, versátil en los cambios de ritmo.
Para el trazado del circuito olímpico, como ha sucedido en la mayoría de las inversiones que ha hecho el comité organizador de los Juegos del Centenario (ACOG), se ha pensado mucho más en el espectáculo rentable que en la dureza y seriedad de uno de los deportes que más atraen por su épica y hazañas.
El trazado tiene 13,2 kilómetros. Los participantes en la prueba de carretera, cinco por país -número pequeño que abrirá aún más la carrera al no poder controlarla ningún equipo- darán 17 vueltas, con un total de 221,85 kilómetros. En la contrarreloj, con un ciclista por país -que a España se podría ampliar a dos con una invitación por méritos evidentes- las vueltas serán 4, con 52,2 kilómetros.
El recorrido no es que tuviera que pasar por delante de la mansión del Gobernador, muy aficionado al ciclismo, como sucede a gran número de norteamericanos, sino que su residencia está en una zona residencial, entre árboles, como tantas en Atlanta, donde se pueden cobrar entradas en todas partes. En las rectas y en las curvas, en las muchas curvas, gran parte de ellas, hasta nueve, en ángulos rectos e incluso de más de 90 grados.
Las facilidades
El circuito puede ser divertido, pero no para una gran prueba. No puede serlo un trazado con el 42,5% de descensos -un 17% de ellos fuertes-, y el 30,3% de llano, y sólo el 27,2% de ligeras subidas. Sólo destacaría una cortísima rampita de 200 metros que llegaría al 5% de desnivel y la última, de apenas un 4%, que camino de la meta, con algo más de un kilómetro, daría más ventaja a un sprinter estilo Jalabert que a Cipollini, por ejemplo.
Los italianos, según ha confirmado Elizabeth Wrenn-Estes, directora del ciclismo en los Juegos, dijeron tras su visita al circuito que se replantearían el equipo que tenían pensado y que traerían más velocistas. Al mismo Cipollini, por ejemplo, se le ha visto ya entrenándose en la carretera abierta, algo que sólo se podrá hacer así, pues el trazado no se cerrará hasta el día de la prueba. ¿Razón? Siempre el dinero, naturalmente. El municipio pedía al ACOG 180.000 dólares diarios, cerca de 22 millones de pesetas, por el cierre como indemnización por los trastornos causados a los organismos oficiales de la zona.
El Tour de 1996 adelantará sus fechas para terminar el 21 de julio, dos días después de la inauguración de los Juegos, pero 10 antes de la prueba en línea, que será el día 31, y 13 de la contra reloj que se disputará el 3 de agosto, la víspera de la clausura de los Juegos.
El dilema ahora para las distintas selecciones se centrará en elegir a los hombres adecuados. No serán necesariamente los mejores de la clase y los problemas en la elección serán inevitables. El sueño profesional de colgarse la medalla olímpica, de correr por el honor de sentir una sensación vedada hasta hace pocos años, ha perdido bastante seriedad de entrada.
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