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Romario enamora

El jugador brasileño volvió a cautivar en el Camp Nou en su regreso a Barcelona

Ramon Besa

Llegó a Barcelona sobre las cuatro de la tarde, dejó una bolsa en el hotel, se fue a jugar al Camp Nou, después se esfumó y a las seis de la madrugada apareció en el aeropuerto para regresar a Río de Janeiro. Romario siempre ha sido así. Dice hola cuando llega, gracias cuando le reciben y adiós cuando se va. Nada más. Hoy es igual que hace 10 meses cuando abandonó el Barça. Tratándose del futbolista más frío del mundo, es el que más calienta. No hay otro jugador en todo el planeta que hablando tan poco se exprese mejor.El legado en esta ocasión es una hora de fútbol para guardar en una videoteca bajo el título: Romario en el Europa-América del Camp Nou (7 de noviembre de 1995). El arranque es sensacional: El Negro, como le conocían en el vestuario del Camp Nou, rebaña el primer balón que le cae, lo arrastra ante Koeman y Abelardo como si su pierna derecha fuera un stick de hockey y encara a Cedrún. El meta le gana el primer mano a mano. Y el segundo también, pese a que la cola de vaca (la misma que le hizo a Alkorta) que le ha mostrado a su marcador ha sido perfecta. Y hasta falla un tercer remate. No perdona, sin embargo, en el cuarto: habilita a Latorre para que marque el 1-0. Y qué decir de sus tres goles: el primero de vaselina, como el que le metió a Osasuna, y los otros dos como tenía por norma ante el Atlético: se pone de lado para recibir, sale antes que el defensa por aceleración, saca su pecho abombado en carrera y cruza el cuero con la punta de la bota a derecha o izquierda según le venga el meta.

Una faena tan perfecta no mereció una frase con más de seis palabras. "He hecho lo que he podido", fue su respuesta. Y, sin embargo, decenas de periodistas seguían allí, de pie, con un bolígrafo, una cámara, un cassette, esperando a que Romario dijera otra frase, aunque fuera de cinco sílabas esta vez, mientras Cruyff, Arsenio, Menotti y Valdano -alineados de izquierda a derecha de la tribuna de prensa- desgranaban su filosofía futbolística ante una sala. prácticamente vacía.

El fútbol era Romario. Quienes le vieron en el camerino antes del partido cuentan que se le notaba más feliz. "¡Ya ves, Pep!", le comentó a Guardiola mientras le mostraba sus gafas. "Tengo ya casi 30 años y hay que cuidarse, pues cada día veo un poco menos". Preguntó también por Charly Rexach, por quien mandaba en los rondos, saludó a Koeman y se abrazó con Stoichkov.

Luego, ya en el campo, fue la estrella. La hinchada sólo parecía tener ojos y boca para Stoichkov. El búlgaro desembarcó un día antes, presentó unas gafas, atendió a la prensa, y no descartó besarse con Cruyff. Stoichkov respondió luego en la cancha. También lo hizo Koeman y Schuster. Nadie, sin embargo, tuvo el ascendente de Romario.

La figura del brasileño fue creciendo con el discurrir del choque. Él, al fin y al cabo, siempre ofeció sólo lo que lleva puesto. La tarde que se fue de Barcelona cargó con adjetivos como el de gandul y potol [vagabundo] y, sin embargo, no culpó a nadie. Dijo que tenia añoranza y se fue de la misma forma que llegó. Por eso quizá nadie prestó una atención especial a su salida al campo, y hasta hubo quien se preguntó si, cuando apareció por el hotel, no se habría tumbado un rato -solo o acompañado- antes de dirigirse al Camp Nou.

Romario, sin embargo, comenzó a pedir el balón, bajó hasta al medio campo a recibir y dio la sensación de vibrar como cuando se marcaba el avión para celebrar los goles: "Siempre he sido un enamorado del Barça y de Cataluña", expuso, "y mi mejor elogio, la forma de corresponder al cariño de la gente, es jugando y marcando goles. La verdad es que no me esperaba tanto cariño".

-¿Volverás al Barça?, se oye. "Es muy dificil", responde, "aunque nada es imposible. Me quedan sólo uno o dos años de fútbol".

-¿Y si te ponemos aquí la playa de Ipanema?. "Entonces, vengo ya". Y así se fue. Le esperaban en la cena posterior al partido y no apareció. Nadie sabe si pasó por Sitges o donde aparcó durante la noche. Quizá se sepa leyendo la prensa del corazón. Pese a su anacronismo, pese a ser patizambo, pese a todo, siempre sedujo más que nadie.

"¡Qué nos lo devuelvan!", gritaba un socio cule desesperado mientras pedía el vídeo del partido. "Ojalá el Flamengo no pueda pagar su cesión y el Negro tenga que volver, aunque sea como sexto extranjero". Muchos se conformarían con que Romario sólo pudiera jugar amistosos como el del martes pasado. Podría ser el mejor reclamo para los fondos que busca esa dichosa fundación. No haría falta ni propaganda. Sólo habría que poner cada se mana la fecha y la hora de la actuación de este futbolista de dibujos animados. Romario enamora.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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