Calma y prisas

Toque sin pegada. Eso fue el Madrid en la primera parte: toque, toque y toque. Un tejer y destejer el velo de Penélope, un juego hermoso y académico, pero sin vibración ni peligro. Encuentros felices y continuos , entre Redondo, Michel, Laudrup y alguno más, pero despreocupación en los metros finales. Exceso de suficiencia y autocomplacencia, falta de humildad.Raúl. Fue la excepción clara, a lo que se acaba de exponer, porque mantiene el espíritu de maletilla con que llegó al equipo no hace todavía un año. Puso la velocidad, la verticalidad, la intención, el peligro. Pero a sus espaldas encontró indiferencia y frente a sí, el despiste de Esnáider, que no entra. Es un buen jugador, pero no está para nadie. Los compañeros empiezan a llamarle Vinagreta o Esnáider Dean, por lo de Rebelde sin causa.
'Mea culpa'. El primero en entonarla fue Laudrup, que arrancó la segunda parte con dos fenomenales acciones individuales que pusieron los pelos de punta a la defensa húngara. Se escoró a la banda derecha y desde ahí entraba en diagonal hacia la corona del área. La fatiga, el barro y los marcajes le fueron frenando progresivamente, pero al menos sacudió la atonía del equipo.
Hierro-Zamorano. Dos ausencias notables, más que por su juego, que también, por su temple guerrero. Su presencia siempre activa al equipo y además ofrecen la posibilidad del ataque aéreo, muy estimable en casos como el de .anoche.
El castigo. Tras la calma, las prisas. El Madrid suficiente del primer tiempo tuvo que dar paso a un equipo sufridor, apresurado, obligado a jugar cuesta arriba, contra el tiempo, contra el deterioro progresivo del campo y contra el amurallamiento del rival. Hasta que llegó un pelotazo largo de Alkorta, nada menos, y la llegada, fulminante de Raúl. No podía ser otro. Su imagen regresando al centro del campo con el balón sin pararse ni siquiera a celebrar el tanto, es todo un ejemplo para muchos, de sus compañeros. Un espíritu que el Madrid tiene que rescatar.
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