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FUTBOL OCTAVA JORNADA DE LIGA

De la Peña alumbra el Camp Nou

Los jóvenes azulgrana golean al Athletic en un final apasionante

Nueve minutos. Iván de La Peña recibe el balón en la parcela del 10. Levanta el ojo y despacha el balón entre el central bilbaíno y su lateral izquierdo. Larrazábal comete el pecado mortal de quedarse estático pidiendo un fuera de juego inexistente. Celades no le hace caso. Se adentra en el área hasta succionar a Valencia. Con el portero descolocado, sirve el pase de la muerte a Toni. El triángulo mágico de las juventudes azulgrana arregló la geometría de un partido que empezó torcido y acabó redondo.Sesenta y cinco minutos. Falta a Figo cerca del área. Iván de la Peña toma una carrera medida. El ángulo de la pierna y la curva de la bota imprimen maestría en el golpe sonoro al balón. Elude la barrera. y la mano izquierda de Valencia. Cuando sacude la red, ruge el público. El calvo celebra el gol de rodillas, abrazado por sus compañeros.

Ochenta minutos. Iván se va ovacionado. La noche es suya.

Hasta el primer gol azulgrana, durante nueve minutos el Baça no vio el balón. La importancia del gol es que puso orden. Stepanovic colaboró devolviendo a Alkiza a la izquierda y a Ziganda al centro, permitiendo que Nadal y Ferrer, sus estrechos marcadores, ocuparan sus demarcaciones naturales. Permitió que los focos ilminaran a Iván de la Peña. Su participación, arrancando desde la franja izquierda del círculo central, fue intermitente. Pero imprime clase en cada pase. Es la rara avis capaz de poner carne de gallina en las gradas. Su tesoro más divino, sin embargo, es el público del Camp Nou. No es que se lo consienta todo. Le aplaude hasta los errores. Se enrabieta con los compañeros que hacen caso omiso de un desmarque. Tiene el crédito de los ídolos.

El culé celebra con tanta ilusión el relevo generacional que se muestra implacable con un Hagi que a los 30 años se encuentra en pleno estado de desgracia. Los que aplauden los fallos de Iván le recriminan todo al rumano. Hagi vive una pesadilla.

El reposo de Guerrero convierte al Athletic en poca cosa. Sólo abrió algún huecos por las bandas y obligó a Busquets a hacer lo que no le gusta: interceptar centros. El espejismo del empate que sobrevivió durante 11 minutos fue el fruto de una falta. El espejismo fue destrozado por la bota derecha de Iván. Dos goles más rubricaron la superioridad ante un visitante pusilánime.

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