España golea con otra cara
El equipo de Clemente, al borde de la clasificación tras vencer a Chipre
España tiene otra cara. No es sólo un conjunto muy competititvo, sólido, rocoso y teñido de cemento. También puede derrochar ingenio y pulcritud en el trato con el balón. Cualidades eternamente exigidas a Javier Clemente desde un sector de la grada. La hinchada da nombres: Fran, Caminero, Julen, Guardiola ... Jugadores de enorme talento, tachados habitualmente por el seleccionador, partidario de futbolistas más compactos. ¿Por qué no conjugar los dos prototipos? Y ayer, ante Chipre, una excelente probeta para cualquier ensayo, Clemente se lanzó a la aventura. Por primera vez sostuvo al mismo tiempo sobre el césped a Fan, Julen y Caminero. Con ellos se tejió la mayor goleada de España en la fase de clasificación. La aventura no era muy exigente, pero con ellos el equipo español dejó una huella ilusionante tras una aceptable segunda parte. Sin Fran y con Caminero muy retrasado, España sucumbió durante 45 minutos, lo que tardó Julen en dar señales de vida.Clemente mantuvo su dibujo tradicional, pero alteró los protagonistas. Prescindió de Donato, habitual mosquetero de Hierro en el eje, y apostó por Caminero. El relevo dio a España un matiz más ofensivo. Pero sólo en la pizarra. El grupo de Clemente nunca tuvo ritmo. Estuvo siempre apocado, irritantemente incapacitado para acelerar el duelo. Para circular el balón a la velocidad que distingue a los equipos de rango de aquellos cuyo único crédito profesional es el uniforme, caso de Chipre.
Clemente imprime en su juego un cierto mimetismo. Los trazos son mecánicos, previsibles: balón a la banda, cabeza abajo de Luis Enrique y a derecho. Pelota a Amavisca, barbilla erguida y pase aéreo. Ninguno de los dos interiores supo buscar el espacio. Apenas irrumpieron en el juego sin el balón en los pies.
Con Julen difuminado, sólo Caminero agrietó la telaraña. Tardó 33 minutos, los mismos que España en crear una ocasión levemente diáfana. El rojiblanco, que comenzó el choque excesivamente preocupado de apuntalar el trabajo de Hierro, avanzó su posición. Se instaló en la media punta, su paisaje natural, y desperezó, con tres remates casi consecutivos, el ataque español.
Abierta la ruta, llegó el gol de Julen. Fue una pelota poderosa de Hierro, que buscó a Alfonso con un zarpazo de cincuenta metros. El bético se estrelló con varios defensas y en medio del barullo atajó Guerrero y sentenció. Hasta entonces, el nuevo capitán del Athletic había estado tapado, inhibido. Desintegrado en medio del tedio. Pero Julen tiene pegada. Exhibe una asombrosa capacidad para romper un partido desde la nada. Para aparecer cuando no está. Una cualidad que nada tiene que ver con la pizarra.
La ejecución de Julen cerró el partido para Chipre. Y el gol inmediato de Alfonso le pulverizó. Resuelto el marcador, llegó la diversión. Aspecto al que contribuyeron decisivamente Fran, Julen y Caminero, arropados por la sobresaliente aportación de Fernando Hierro. España tuvo otro aire, un aspecto más locuaz. Dispuso de un repertorio mayor. Afloraron las ideas y todas las acciones tuvieron más sentido.
Es cierto que el rival ya estaba resquebrajado, pero en la última aparición de la selección española, con su cara de siempre, Armenia -el único conjunto al que han vencido los chipriotas- cayó por un exiguo 1 -0. Un dato para la meditación. El talento quizá requiera un envoltorio, pero jamás merece el ostracismo.
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