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El Atlético confirma su consistencia

El Valencia no logró romper la racha del equipo de Antic que ganó el Trofeo Naranja

El Atlético de Madrid confirmó ayer en Mestalla la solidez qué le ha permitido ganar cinco torneos veraniegos. Su candidatura a las primeras plazas de la Liga gana enteros. Como los grandes equipos, el Atlético jugó a medio gas y sólo forzó cuando lo requirió el juego. La tímida insistencia y el deseo del Valencia no le permitieron ganar el segundo partido de su torneo veraniego. El conjunto de Antic también se adjudicó el Trofeo Naranja.Salvo Caminero, el Atlético dispuso el equipo de gala, el presumible once de la Liga, que ya había dado buena cuenta del Tenerife el día anterior. Poco le importó a Antic que sus hombres apenas hubieran descansado. El técnico serbio quiere afinar el equipo cuanto antes. El Valencia, por su parte, también presentó lo mejor que tiene (que, no es mucho) y Aragonés prescindio en esta ocasión del experimento de Engonga como líbero, en beneficio de Serer, en espera de la llegada de Ferreira -jugador del Atlético-, un marcador del mismo corte que pretende llevar a sus filas.

Entre la incapacidad del Valencia y el supuesto cansancio del Atlético, el partido se convirtió en puro vacío, tan sólo atenuado por la inestabilidad del terreno. Y así fue hásta que el cuadro madrileño desentumeció músculos, se desperezó un tanto y plasmó su mayor consistencia. Así empalmó Geli un magnífico disparo, desde la luna del área, al que respondió ágil Zubizarreta. Es ésta una cualidad que parece haber recobrado el guardameta vasco después de un tiempo en el que había perdido la frescura: llegó a balones rasos y laterales, los más odiados por los porteros.

Pero como el fútbol pertenece, fundamentalmente, a los centrocampistas, Aragonés reaccionó raudo para virar la tendencia del choque: sentó a Gálvez (m. 30), que actuaba de volante izquierdo, y dio entrada al joven José Ignacio.

El equilibrio se apoderó de nuevo del encuentro y con él surgió otra vez el escaso juego, es decir, un quiero y no puedo de los locales frente a la displicencia visitante (le valía el empate para adjudicarse el torneo). Y eso que el poco público congregado en Mestalla acudió dispuestos a" aplaudirlo todo. Basta ya un medio centro, un medio regate o medio tiro, aunque al final no quedaba ni eso. Es una afición cada vez menos exigente que, llegado el caso, aplaudirá hasta los saques de puerta.

Le restaba el consuelo al Valencia de que Penev (éste sí parecía realmente exhausto de su gran partido el día anterior ante el Tenerife) apenas brillaba ante su ex equipo. De poco que lo hubiera hecho, hubiese alimentado su comparación con el brasileño Viola, con claro perjuicio para este último, que volvió a decepionar en Mestalla. Debe tener algo dentro, aunque lo saque muy poco a poco.

Tras la reanudación, allí ya nadie quiso saber nada del fútbol. El Valencia trataba de salvar la cara con una victoria y el Atlético de añadir sin alardes una medalla más a su laureada pretemporada. En esta ardua tarea, los hombres de Aragonés siguieron disciplinariamente la suerte predilecta de su técnico: el escondrijo por si cabe la sorpresa. Pero no cupo. Simplemente porque en este equipo no hay quien elabore un contragolpe.

Finalmente, no obstante, en un ataque embarullado, en una incursión de Otero, llegó un penalti a petición popular y concesión del árbitro. Ambos equipos cumplían así con su cometido hasta que apareció Juan Carlos y acreditó sus credenciales: un zurdo de depurada técnica.

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