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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Suerte en Sarajevo

NO HA pasado nada. Los disparos que hicieron impacto en el coche que llevaba a Sarajevo al ministro de Asuntos Exteriores de España, Javier Solana, en su condición, de presidente del Consejo de Ministros de la Unión Europea han sido, afortunadamente, tan sólo un incidente más en la larga historia de ya cuatro años de cerco a la ciudad de Sarajevo. Las tragedias en la zona de entrada a la capital por la única ruta posible son innumerables. Centenares de personas han muerto allí; entre ellas, el ministro bosnio Turajic, ejecutado ante sus supuestos protectores, cascos azules franceses, por soldados serbios en ese mismo trayecto del aeropuerto a la capital. Allí, en esa breve ruta, han muerto políticos, periodistas, soldados, mujeres, niños y gentes de toda condición.Las razones inmediatas para este incidente son claras. En aquellos frentes hay ya mucha gente armada hostil a vehículos identificados como pertenecientes a las fuerzas de las Naciones Unidas u otras organizaciones occidentales. Las fuerzas serbias han disparado a vehículos de las Naciones Unidas prácticamente desde el principio. Bosnios y croatas lo hacen desde que saben que acciones de ese tipo no tienen consecuencias negativas para sus autores y desde que lo que consideran pasividad de la ONU y la Unión Europea ante su sufrimiento les alimenta la amargura y el resentimiento.

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Allá donde Solana fue tiroteado ayer, es prematuro decir por quién o quiénes, entraron en 1992 los primeros convoyes de la ONU en Sarajevo y los habitantes de la ciudad ya cercada los recibían con infinita gratitud y lágrimas en los ojos. No cabe excluir que algunos de los que entonces lloraban hoy estuvieran despojándose de su rencor. Y hay que subrayar que, pese a todo ello, el tiroteo de ayer parece estar lejos de ser un atentado contra el político y representante de la Unión Europea que viajaba a Sarajevo a ver al preSidente bosnio, Alia Izetbegovic. Porque aquellos que dispararon contra Solana, fueran serbios o bosnios, tienen sobrados medios para no atacarle con un fusil de asalto, sino volarle el coche con un arma antitanque o morteros.

Queda por ver si era un aviso preparado a la comitiva de Solana o la rabia de un soldado de asediantes o asediados. En todo caso, este incidente demuestra por un lado cómo viven aquellos que están dentro de aquel círculo infernal que es la capital bosnia y su cerco hoy en día. Los innumerables viajes de miembros del Gobierno de Bosnia-Herzegovina se hacen bajo este riesgo agudizado por una hostilidad mucho mayor que la que pudo ayer cosechar Solana por parte del anónimo atacante. Por otra parte, demuestra que este continente se toma peligroso también para aquellos que creían que jamás les afectaría una lucha tan lejana entre gentes tan ignotas.

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