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LA GUERRA DEL FÚTBOL

El Sevilla y el Celta 'regresan' a Primera

La Liga aprobó por unanimidad una División de Honor de 22 equipos

Carlos Arribas

Marcos Fernández, presidente del Valladolid, estaba sudoroso, pero radiante, como si le hubiera tocado la lotería. Hace poco más de dos semanas su equipo estaba en Segunda y ayer disfrutaba con un Valladolid en Primera y con una Liga de 22 equipos por dos años. Eran las 16.00 horas. Fernández se iba a comer, para celebrarlo, con el presidente del Atlético y los del Valencia, Salamanca y Mérida. El frente populista casi en pleno. Minutos antes había terminado la asamblea más publicitada del fútbol español, en la que se había readmitido en Primera al Sevilla y al Celta.Cuatro horas de intervenciones, propuestas y discusiones televisadas en directo de los 38 clubes de Primera y Segunda División terminaron con una traca pirotécnica en una intervención crípticocifrada: "22-20, un año de carencia y 20-22; 18 cuando sea. Ramón, ¿estás de acuerdo? [Ramón Mendoza, presidente del Madrid, asiente desde la presidencia]. Tú, sí; yo, también". Después de decir esto, Joan Gaspart, vicepresidente del Barcelona, da la mano a Mendoza. La asamblea explota en aplausos y aclamaciones.

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Descifrada, la propuesta finalmente aprobada por la asamblea dice que en la temporada 1995/96 habrá una Primera División con 22 equipos y una Segunda con 20. El mismo número se mantendrá en la temporada siguiente. En la 1997/98, la Primera se reducirá a 20 equipos y la Segunda aumentará a 22. "Esto es una gran chapuza", clamaba Antón Parera, gerente del Barca, al tiempo que recriminaba a Francisco Mora, presidente del Racing y proponente de la idea aclamada -"te la has cargado, te has cargado la Liga"- y al presidente del Valladolid -"di directamente que habéis venido a chupar y ya está"-. La Primera española es, desde ayer, la más larga de Europa: 42 jornadas. La inglesa, hasta la pasada temporada de 22 equipos, se ha reducido a 20 a partir de ésta. El tiro había salido por la culata. Los clubes poderosos, los ejecutivos de la Liga y el CSD, que había puesto el señuelo del dinero de las quinielas, habían intentado transformar la asamblea del perdón y la solidaridad en la asamblea de la reducción. Querían una Liga de 18 equipos en 1997 y se encontraron con una de 22 por dos años.

Las primeras intervenciones de los asambleistas fueron variaciones sobre un solo tema. Los hubo primarios -"son unos capullos estos del Gobierno y del CSD; el Compostela no aceta, pero traga, pero que no nos la envaine Cortés Elvira ni ningún capullo por ahí", bramó José María Caneda, presidente del Compostela-, demagógicos -"solidaridad es no poner condiciones. ¿Por qué no avalan las grandes empresas públicas?" (Francisco Roig, Valencia)-, políticos -"el CSD ha nacionalizado la Liga" (Augusto Lendoiro, Deportivo)- y aplaudidas místico-religiosas -"como mujer y madre de familia numerosa votaré una solución que traiga paz, orden, bien social y entendimiento para lograr alegría y satisfacción para todos los patriotas" (María Teresa Rivero leyendo a José María Ruiz Mateos, Rayo Vallecano)-, pero todos anunciaron su si al Sevilla y al Celta.

Ni siquiera una propuesta de voto secreto, promovida por el Alavés y el Espanyol y apoyada por 14 clubes, hizo temer por un resultado positivo. Fue sin más, el prólogo a la Propuesta. Antonio Baró, presidente de la LFP, se sacó unos folios de la carpeta y se los fue repartiendo a los asambleistas. Allí les llegaba lo que teman que votar para ejercer su solidaridad: nueve puntos consensuados con el CSD pero no con los presidentes de los equipos ni con la federación, que incluían la aceptación del Celta y el Sevilla; la petición de inhabilitación de sus directivas por falta muy grave; la solicitud de menos IVA, más dinero de las quinielas y de la modificación de la Ley del Deporte; la renuncia del Celta y el Sevilla al dinero de la televisión y al "valor de puntos Liga"; la reducción a 20 equipos el ano siguiente y a 18 después, con una ampliación de la Segunda a 24 y a 32; e indemnizaciones económicas para los afectados. Murmullos, movinúentos de incomodidad y 20 minutos de descanso. Cabildeos de pasillo.

"¿Dónde está el tío Ramón?", preguntaba Baró antes de la reanudación. Se sentó el presidente del Madrid y comenzó la revuelta de los pobres. Todos se oponían a ligar la aceptación del Celta y el Sevilla con la futura reducción. "Si se vota ahora, será una gran chapuza" dijo el del Oviedo, Eugenio Prieto, cuya petición de un receso para comer y estudiar el asunto fue resuelto por Baró recurriendo al falso alarmismo: "Hay miles de célticos ahí fuera. Y me dice la policía que están a punto de invadir la Liga". "Todos diremos que sí por unanimidad a la, Liga de 22, lo demás es anecdótico", añadió Gil. La asamblea se le fue de las manos a Baró. No encontró argumentos para oponerse a la propuesta del Racing, mantener un año más la Liga de 22, pese al apoyo de Lendoiro, que intentó convencer a la Segunda de que debía apretarse el cinturón. La Segunda estaba descontrolada y parte de la Primera, también. Gaspart quemó el último cartucho diciendo que sería mortal para los aficionados tantos partidos los miércoles como suponía la Liga de 22. Sólo hizo de resorte para Gil, quien cazó al vuelo la oportunidad. "Sólo el Madrid y el Barça se oponen, dejémosles que voten en contra para que salven la cara Gaspart no le dio esa alegría. Le dio la mano a Mendoza: "No te apuntes el tanto, Jesús, el Madrid y el Barça asumen la responsabilidad". De ahí a la aclamación.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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