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Tribuna:HOGUERAS DE AGOSTO
Tribuna
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La sonrisa de la Gioconda

Mi horóscopo de hoy me advierte de la siguiente manera: "Es preciso que tenga mucho cuidado con lo que dice". Así que, entre las amenazas de las estrellas y las amonestaciones del Consejo General del Poder Judicial, estoy completamente acojonadita; ni siquiera me atrevo a insinuar que al juez Garzón se le está poniendo sonrisa de Gioconda, que es, como alguien dijo, la sonrisa de una esposa que acaba de comerse a su marido. Conste que no tengo nada en contra: me encanta ver a la gente feliz. Con decir que hasta me ilusionó que saliera por fin Sancristóbal de la cárcel, y que le haya sentado tan bien. ¿Se han fijado en lo magníficos que lucen todos es tos cuando han pasado por la trena? Incluso Conde, que ya de por sí tiene un look difícilmente mejorable, surgió en su día de las tinieblas carcelarias hecho un brazo de mar, y eso que ya estaba el pobre más pinchado que un diabético.Porque, la cárcel, a quien le sienta mal es al delincuente común, que, al carecer de cultura, no aprecia los beneficios que una vida regulada le puede proporcionar: comer siempre a la misma, hora -y sin picar nada entre comidas, ¡esa tentación del pincho de tortilla a la que estamos sometidos el resto de los españoles!-, tomar el sol en el patio, y, sobre todo, evacuar en la misma celda, que supongo que debe de influir en el control del apetito. No sé qué hace Vargas Llosa encerrándose anualmente en la clínica alemana onda Goering que tenemos en Marbella para perder unos kilos, con lo económica que le resultaría la solución penal.Hay otros caminos que conducen a la esbeltez. La guerra de la ex Yugoslavia, por ejemplo. No estoy poniendo un ejemplo de mal gusto, porque -siguiendo fielmente los dictados de mi horóscopo- no pretendo meterme en honduras ni cometer la imprudencia de hablar de la dieta de las víctimas en una sección faldicorta y dicharachera como ésta. Me estoy refiriendo al ministro de Asuntos Exteriores, Javier Solana, que, como siga así, no va a poder ser el sucesor de González porque no le va a servir al partido salvo como de la sombra del bonsai es alargada. Parece que, cuando no viaja para hablar con esa gente infame -los señores de la guerra vestidos de civil, los señores de la paz que no saben o no quieren organizarla-, se queda en el ministerio a leer dossieres hasta que le da el alba, por lo que, dicen, se ha habilitado un lecho de campaña en el propio palacio de Santa Cruz. Trabaja como -lo digo con todo el respeto- un juez. O como un periodista, el pobrín.Esta profesión nuestra, contra la que tengo tantos reparos, acaba de enriquecerse con el anuncio del ingreso en la misma de un ilustre intruso. Como ya saben, el dos veces John de los Kennedy de Boston (Massachusetts) ha decidido abandonar la abogacía -que da una pasta: te tocan los hermanos Meléndez u O. J. Simpson y ya puedes echarte a dormir, si es que no te desvelan los remordimientos- y aceptar la oferta que le han hecho para debutar como redactor jefe -no iba a ponerse el niño de becario, y, por otra parte, muchos debutan así: más de los que se imaginan- en una revista.Creo que el gremio sale ganando, como ha ocurrido cada vez que el hijo o la hija de alguien ilustre ha querido honrar la nómina de una publicación -se estremecerían si supieran la cantidad de cachorros de oro a quienes les ha dado por trabajar en esto, algunos incluso bien-, y, sobre todo, contribuye a elevar la media de belleza masculina en las jefaturas, que buena falta está haciendo. Por decirlo de alguna forma, es, como si a la Unión Europea se incorporara Turquía: el tamaño medio del pene comunitario -sobre el que nadie se pone de acuerdo, y eso es fatal para establecer la talla estándar de condón- experimentaría un aumento notable.

Aunque yo pienso que la verdadera razón de que John-John quiera dedicarse al periodismo es que, desde que falleció su abuela, la centenaria Rose Kennedy, le está faltando quien le dé caña.

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