La celeste rompe otra vez la lógica
Uruguay gana a Brasil en los penaltis de una aburrida final
Allá van. Desfilan enloquecidos por la calle Quareim, por Río Negro, por Ejido, Michelini, Paraguay o Fernández Crespo. Todos buscan la avenida 18 de Julio. Desafían al frío. Algunos van casi desnudos, porque las camisetas celestes que lucen con orgullo forman parte de su propia piel. Festejan que Uruguay ha vuelto a hacerle un guiño a la lógica. Se miran y se preguntan: "¿Cómo es posible que nosotros, con sólo tres millones y medio de habitantes, seamos dos veces campeones del mundo, 14 de América, y tengamos 8 copas Libertadores y seis Intercontinentales? ¿Cómo puede ser que tengamos el mundo invadido de futbolistas de alto nivel". Festejan que Uruguay fue campeón en un partido dramático. Incluso por ratos mal jugado, en el que la celeste consiguió explotar al máximo sus virtudes.Entró Fonseca maltrecho, sin posibilidades de rendir al máximo. Pero Francescoli pasó a su lugar perfecto, por detrás de los dos puntas. Héctor Núñez empleó la variante antiRoberto Carlos, desplazó a la derecha a Dorta para tapar la banda izquierda brasileña, lo que multiplicó el trabajo de Gutiérrez. Se salió. Fue el mejor de Uruguay y tiene mucha culpa del título celeste. Uruguay no trató de jugar de tú a tú a Brasil. Se echó atrás. Dorta no construyó nada y en la primera parte Brasil dominó. Un dominio por momentos abrumador. Uruguay lo tenía muy claro. La consigna, esperar con orden la aparición de Francescoli, para que decida su talento. Pero nunca llegó. Francescoli inició el partido con el peso del torneo a cuestas y sólo se dejó ver en algún destello en el centro del campo. Brasil era el único que quería jugar. Tenía espacios y tocaba la pelota sin apuros, con Dunga otra vez como motor y Edmundo peligrosísimo. Uruguay cada vez descendía más atrás y Brasil jugaba casi a placer. La celeste tuvo suerte, porque gracias al escaso poder rematador brasileño sólo se marchó al descanso con un gol en contra.
Nadie en el descanso hubiese pronosticado un triunfo uruguayo , pero Héctor Núñez cambió el timón. Fuera Fonseca, casi un espectador más, y dentro el manteca Martínez. Goleador de raza, se peleó con toda la defensa brasileña y sí dio sensación de peligro. Otro cambio más: fuera Dorta y dentro Bengoechea. Muy arriesgado, porque con Bengoechea como volante los espacios para Brasil serían mayores. Pero Bengoechea cumplió. Enganchó un libre directo que significó el empate y consiguió que Uruguay tuviese una segunda oportunidad. Brasil le había perdonado la vida, pero todo volvía a empezar. Uruguay siguió mostrando los mismos defectos, pero Brasil ya nunca fue el del primer tiempo. La dramática definición por penaltis dejó varios detalles para la leyenda.
Fue Álvez, precisamente Álvez, el jugador más discutido en la selección, en el que no confiaba nadie, el que le detuvo el penalti decisivo a Tullo. Precisamente a Tullo, el mismo que marcó un gol con ayuda del brazo ante Argentina en la jugada más polémica del campeonato.
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