Caminos cruzados
Las carreras de Arantxa y Conchita han tenido puntos coincidentes, pero las han enfocado de forma muy distinta
Nacieron con cuatro meses de diferencia, hace 23 años, y las dos dirigieron sus pasos hacia el tenis. Ambas entraron en el mundo profesional de la mano del mismo entrenador, el holandés Eric, van Harpen. Las dos tuvieron el importante apoyo de una misma persona, Elvira Vázquez, ex directora de Pastas La Familia. Se convirtieron en las mejores jugadoras de la historia del tenis español. Volvieron a coincidir en un mismo entrenador, ya avanzadas sus carreras, con el brasileño Carlos Kirmayr, actual técnico de la aragonesa. Y ambas han sido campeonas en el Grand Slam. Sin embargo, las carreras de Arantxa Sánchez y Conchita Martínez han sido sustancialmente diferentes.Tal vez sea simplemente una consecuencia de sus distintas personalidades. O tal vez no. Pero el camino que han seguido Arantxa y Conchita para llegar a la cima tiene sólo coincidencias casuales. Mientras Arantxa ha estado envuelta en todo momento por un entorno protector que, de. alguna forma, le ha ido marcando las pautas de conducta, Conchita ha tomado siempre sus propias decisiones. Ha estado más sola, más alejada de sus padres, pero posiblemente porque ella también lo ha querido.
La historia comenzó de forma muy distinta para las dos. Arantxa mamó el tenis. Era la hermana menor de una familia que había escogido el tenis como elemento diferencial. Cuando Arantxa comenzó a jugar, su hermano Emilio estaba ya implicado de Heno en la etapa juvenil. Y cuando decidió convertirse en profesional -a los 14 años-, Emilio estaba ya en condiciones de darle algunos consejos.
"Arantxa me llegó por su hermano Emilio", explica ahora Van Harpen, con la perspectiva que da el tiempo. "Me gustó por su forma de ser. Era muy alegre y amable. Se veía una niña muy feliz, abierta y viva. Estuvimos juntos un ano y medio".
Van Harpen la recibió con 13 años en Marbella (1985) y la dejó a mediados de 1987 prácticamente entre las 50 mejores del mundo. "Realizamos una gira ella, yo y Cueto -otra jugadora- por Asia. Pero después su madre comenzó a viajar con nosotros", añade el holandés. Van Harpen valora la aportación de su madre. "Con las mujeres creo que la madre debe estar ahí", dice.
El primer contacto entre Conchita y el técnico holandés se produjo en circunstancias totalmente diferentes. Van Harpen había roto ya con Arantxa y estaba entrenando en Zúrich. Buscaba jugadoras y le orientaron hacia la aragonesa. "La vi jugar en el torneo júnior de Le Touquet", recuerda. "Tenía 15 años. La vi cinco minutos y diez días más tarde le conseguí una beca para que viniera a Suiza. Estaba seguro de que iba a ser una gran campeona".
Van Harpen reconoce ahora que tal vez fue demasiado duro durante aquella primera etapa de formación de Conchita. A los 15 años, el mundo puede abrirse o cerrarse. En un pueblo cercano a Zúrich, sin ninguna opción más que el tenis, sin conocer bien ni siquiera al entrenador, sin amigas y con problemas de idioma, es fácil que te caiga encima.
Sin embargo, en el recuerdo de Eric no queda una imagen de soledad para Conchita. "No", confiesa. "Estaba sola. Pero eso no la preocupaba".
Mientras la entrada en el circuito de Aranua resultó relativamente fácil, la de Conchita costó algo más. La menor de los Sánchez se benefició de la experiencia de sus hermanos y de los conocimientos de sus padres. Recibió varias wild-cards (invitaciones) que le facilitaron el camino. Apenas jugó fases previas. En cambio, Conchita "ha visto la mierda en el, tenis", en palabras del propio Eric.
En 1989, cuando ambas tenían 17 años, sus carreras quedaron marcadas. Mientras Arantxa recibió el empujón definitivo con su triunfo en Roland Garros, Conchita sufrió la primera gran bofetada con la explosión de un escándalo que acabó con su relación con Eric van Harpen.
La jugadora aragonesa tardó un año en recuperarse. Estuvo di vagando, con el clan de los argentinos -Carlos Taubas y Gabriela Castro- y después nunca aceptó los consejos de varios entrenadores españoles, hasta que volvió con el holandés. "Fueron momentos muy difíciles para ella", comenta Elvira Vázquez, que se con virtió en su manager aquel año 1989. "Intenté ayudarla porque creí que afrontaba un gran problema y estaba casi completamente sola".
Elvira analiza de esta forma la personalidad de las dos jugadoras: "Arantxa era una niña, pero tenía ya las mismas ganas, el mismo ímpetu, el mismo entorno familiar y el mismo mito -su hermano Emilio- que tiene ahora. Conchita ha guardado siempre celosamente su independencia. Pero tiene claro lo que quiere, lo que le gusta y lo que no. Ha estado constantemente en una lucha por jugar como siente que puede hacerlo. A veces le ha costado. Pero cuando quiere algo lo consigue.
Tras aquel importante 1989 quedó claro que las dos eran grandes campeonas. Se instalaron entre las 10 primeras del mundo y ya no se movieron de allí. La carrera de Arantxa, sin embargo, fue más rápida porque sus convicciones eran muy firmes. Desde entonces ha jugado otras ocho finales del Gran Slam, ha ganado dos títulos más (Roland Garros y Open de Estados Unidos en 1994), y ha alcanzado el liderato del tenis mundial. Conchita afrontó un proceso LA más lento. Antes de ser la campeona que es ahora tuvo que enderezar su vida personal. Y tardó más tiempo: hasta Wimbledon de 1994, cuando- se convirtió en la primera campeona española.
El tiempo ha acabado de situarlas en un lugar privilegiado: son la segunda y tercera jugadoras mundiales. Entre las dos han jugado 10 finales del Grand Slam, han ganado cuatro títulos y han situado a España como campeona mundial por equipos. Pero parece claro que los años invertidos por Conchita para llegar a la cúspide seguirán. pesando como una gran losa en su carrera. Es difícil que algún día logre rebatir la preponderancia de Arantxa en el tenis español.
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